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Amaneceres rojos, atardeceres violetas

Amaneceres rojos, atardeceres violetas

Autor: guangyue
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Capítulo 1 1.Idurk

Palabras:1052    |    Actualizado en: 06/02/2023

el mar se había ido. Esfumado, evaporado, gone, finito, no more. Quizá algún mago poderoso y malvado se escondía detrás de alguna de las colinas que una vez fueron islas.

omo un leal vigía olvidado. Buscaba una explicación: el cielo permanecía inmut

do y atroz de un pa

e presente y pretérito como la materia de la que está hecha el subconsciente, tan propia, tan de siempre, tan infalible. Su barco, el Latón, seguía en pie pero cojo y paralizado, hipnotizado por un céfiro perverso, espantoso, que había robado

... Quizá mañana...”, intentaba consolarse. “Si todo se ha ido tan de repente, ¿por qué no puede retornar de la misma manera?”. Sin embargo, aquella tierra seca y vacía, el suelo que fuera fondo del mar, parecía contarle a través de efluvios de

por sus malos hábitos, por querer siempre más, otra captura, un poco más, más grande, un rato más... Comenzó a rezar en silencio, casi sin darse cuenta, las pocas oraciones que conocía repitiéndolas una y otra vez. Cuando acabó le preguntó: “¿Por

ozos, poseído por

volv

a mirada: venía del suelo, tenía que estar cerca del b

ién

volv

o un vuelco cuando vio a un enorme esturión yaciendo agonizante sobre una porción de suelo toda

agua para acabar mis días despanzurrado, seccionado, humillado en un puesto del mercad

sentido pena

o siento de verdad. Nunca

, tú me comías a mí. Siéntate, siéntate a mi

Me llam

del enorme pez. Sintió de

ar. Llevaba millones de años nadando en e

e llegamo

ro de vuestras barcas surcando las aguas, el sonido extraño de vuestras voces... Cada vez erais más, las barcas se convirtiero

e lo siento... ¡Cómo

bai. Ya ves que no

¿Estás seguro?

y hermosos, tristes. “Nuestra hora ha llegado”, decían como si hubiesen estado esperando una señal desde los primeros amaneceres del mundo. Yo no podía entender. “Idurk, ¿vienes?”,

esto de

do pero ya han muerto y otras bestias han dad

iera ay

alguna parte en una lengua quizá olvidada en algún remoto rincón

tu perdurará si

tinguirá. Es el mismo hálito que habita en el interior d

u respiración cesó. Abai lo contemplaba compu

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