Amaneceres rojos, atardeceres violetas
el mar se había ido. Esfumado, evaporado, gone, finito, no more. Quizá algún mago poderoso y malvado se escondía detrás de alguna de las colinas que una vez fueron islas.
omo un leal vigía olvidado. Buscaba una explicación: el cielo permanecía inmut
do y atroz de un pa
e presente y pretérito como la materia de la que está hecha el subconsciente, tan propia, tan de siempre, tan infalible. Su barco, el Latón, seguía en pie pero cojo y paralizado, hipnotizado por un céfiro perverso, espantoso, que había robado... Quizá mañana...", intentaba consolarse. "Si todo se ha ido tan de repente, ¿por qué no puede retornar de la misma manera?". Sin embargo, aquella tierra seca y vacía, el suelo que fuera fondo del mar, parecía contarle a través de efluvios de
por sus malos hábitos, por querer siempre más, otra captura, un poco más, más grande, un rato más... Comenzó a rezar en silencio, casi sin darse cuenta, las pocas oraciones que conocía repitiéndolas una y otra vez. Cuando acabó le preguntó: "¿Por
ozos, poseído por
volv
a mirada: venía del suelo, tenía que estar cerca del b
ién
volv
o un vuelco cuando vio a un enorme esturión yaciendo agonizante sobre una porción de suelo toda
agua para acabar mis días despanzurrado, seccionado, humillado en un puesto del mercad
sentido pena
o siento de verdad. Nunca
, tú me comías a mí. Siéntate, siéntate a mi
Me llam
del enorme pez. Sintió de
ar. Llevaba millones de años nadando en e
e llegamo
ro de vuestras barcas surcando las aguas, el sonido extraño de vuestras voces... Cada vez erais más, las barcas se convirtiero
e lo siento... ¡Cómo
bai. Ya ves que no
¿Estás seguro?
y hermosos, tristes. "Nuestra hora ha llegado", decían como si hubiesen estado esperando una señal desde los primeros amaneceres del mundo. Yo no podía entender. "Idurk, ¿vienes?",
esto de
do pero ya han muerto y otras bestias han dad
iera ay
alguna parte en una lengua quizá olvidada en algún remoto rincón
tu perdurará si
tinguirá. Es el mismo hálito que habita en el interior d
u respiración cesó. Abai lo contemplaba compu