Sometida por error
fícil
n mi nuevo puesto de empleo y ahora, sin embargo, me encontraba sopesando la respuesta que debería dar ante una propuesta descabellada e insólita. Aquella propuesta que, siguiendo mi racioc
la cual sufría. Lo que había visto de aquella reacción del señor Cavill me dejó con el ánimo desencajado. Su ímpetu, su violencia y su determinación no eran cosas con las que se podía jugar, no era algo realmente para tomárselo a la ligera. Su forma de hablarme y mirarme
taba dispuesta a renunciar solo porque sí, pero la d
a el calor permitía que el clima fuese agradable a pesar de todo, incluso parecía que las plantas florales supieran agradecerlo regalando sus maravillosos colores en formas de pétalos que adornaban de manera magistr
bancas cubiertas debajo de la sombra de unos inmensos robles. El lugar se encontraba completamente vací
mbe de usurpar un lugar que no me pertenecía. Ese contrato no era el mío y aun así había terminado ocupando el lugar que no esperaba. Por qué había decidido el señor Cavill mante
larme y, por otro lado, aunque me negara en aceptarlo, la idea de convertirme en la «sumisa» del señor Cavill era algo que me llenaba de curiosidad. La verdad es que no estaba del todo enterada de los detalles y menudencias de aquel contrato, pero él había sido explícito al dejar en claro que se me entregarían un montón de beneficios económicos s
―fue lo que pedí mientras comenzaba a
un buen detalle hacer lo que se hace en las películas cuando se encuentran frente a una fuente, después de todo, hacer aquello me regaló un poco de entr
o podía hacer nada con respecto a lo que sentía al estar cerca del señor Cav
trado al llegar, ahora se encontraba un lujoso coche negro con cristales oscuros estacionado al lado del pequeño auto de mi amiga. La situación no tendría
pejo retrovisor para confirmar que aquello no había sido más que una locura de mi propia paranoia. Por suerte la carretera se enc