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ada de
adentros. Todo en mi ser quedó rendido a los pies de ese hombre de mirada
de solo sopesar la cuestión y es que no era cualquier hombre el que se había fijado en mí, era un dios de la seducción en todo el sentido de la palabra, un hombre capaz
empujándome a mirar el resto de su ser bajo los efectos de un encantamiento sin comparación. La línea de su rostro era recta donde convenía rectitud y simetría, mientras que en las partes donde le convenía la fluidez y el dinamismo su rostro de igual manera sabía portar ese dejo de audacia indómita. La piel tersa y lozana que se extendía inmaculada y sin arrugas en toda su superficie mientr
uloso y bien formado que se cubría con un traje de la más elegante confección servía como catalizador de mi muti
eve temblor que se había apoderado de mi ser. Aquel rostro, para una fanática del cine de superhéroes como yo, mejor dicho de los a
ó mi ser de una sensación de desconcierto inmediato, no un desconcierto negativo ni mucho menos; mi desconcierto fue d
dencia tan pronto, por lo cual me apeé para mostrarme como
obre su pecho de acero. Mis labios abiertos ligeramente para dejar entreve
era justamente la reacción que yo buscaba en él, no quería que él creyese que yo iba a caer rendida a sus
empujó hasta que mi espalda se recostara contra la pared detrás de mí, mientras que sus manos se acomodaron en mi humanid
z se descubría la capacidad que él sabía que tenía para ser irresist
ntro de mí brotara sin contención. Era un espectáculo de puro placer. Apenas y podía recalar en el hecho de que nos encontrábamos en un lugar público, cosa que a él parecía importarle poco y qu
Un delirio como ese era algo que no me sentía capaz de experimentar. No lo conocía, ni siquiera sabía su nombre, pero estaba completamente en
ido de la alarma. Quería estallar, lanzar el teléfono contra la pared. Me habían arrancado el momento por el cual me había estado derritiendo, pero m