ENTRENANDO A MI AMO
ó al amanecer a su destino. Se alojó en un hotel de muy bajo perfil llamado el reposo muy cerca de la región llana de la ciudad. Tomó un autobús y se bajó en la última
ión de toda la gente que había conocido. Necesitaba de
ersonas que conocían de aquel sitio era su tío, que había fallecido hace años, y Andrés, un ex guerrillero colombiano amigo de
vio la oportunidad de esconderse
a a dos chivas que había comprado en el pueblo la primera semana que pasó allí. Las alimentaba y cuidaba; eran su fuente de alimento. Tomaba su l
al, su pecho empezó abrirse, su torso a definirse aún más hasta que su espalda s
unos granjeros que vivían cerca del pueblo. Marco compró unos bo
o. Trabajaba con trata de blancas hacía Europa donde les prometían a las mujeres de la región un mejor futuro en el viejo continente. Al final,
un hombre vestido con una camisa bastante pistoresca, un sombrero de
inhalada a su cigarrillo - qué hermosas son las mujeres de esta
con seriedad e int
ma de rezo a la altura de rezo y las empezó a mover -. Es una delicia escuchar esas palabras, pero aquí entre nosotros...- se acercó aún más a
n vez de hacerme perder el tiempo?- pregun
s hace diferentes al resto, joven- X se volvió a co
retados aguantando sus ganas de golpear la mesa -. ¡Es el
n el bolsillo izquierdo de tu maleta. Deberías percatarte mejor donde dejas tus cosas. No soy un mal
n creer ninguna palabra. Buscó el bolsillo izquierdo y al
ombre camino dándole la espalda a Marco -. Santin
opuerto. La mujer recibió el documento y lo inspeccionó. Lo detalló con curiosidad mientras v
tanto tiempo fuera?-pregunt
-respondió-. Se podr
que
e meses a
castaña tupida, sin embargo muy cuidada. Brazos largos, el torso cubierto por una chemise blanca, un
n sello -.Bienvenido a Roma señor, Santino.-le de
rigió a la salida de la terminal -De v
os que no lo visitaba, nunca pensó después de tanto que lo volvería hacer. Manejar los tiempos de cualquier situación te hace meditar en los pequeños detall
ono verde opaco. Se percató que aquel sitio no había cambiado en lo absoluto.
a por debajo del suelo, no había ventanas y las mesas apenas si eran de madera junto a sillas del mismo material. Un olor a licor y recuerdos nutrieron los
voz que apenas cruzaban las fronteras
la barra mientras limpiaba un vaso. Era una criatura con piel
ueña de este lugar? - preg
a cauta, sus sienes se tensaron y su mirad
barra y se sentó. Sacó unos cigarrillos del bolsillo y le ofreció uno al muchacho. Este declinó con su cabe
l joven la ve y baja la mirada. Sumiso por aquella figu
amos cerrados -
locó en frente - en las rocas - se dio l
n el banco mientras inhalaba otro cigarrillo. Sus ojos se encontraron con aquellas perlas de miel
e.... -pero fu
pero este la detuvo. La presión en sus muñecas le hizo sentir terror y tr
él, soltó su muñeca deja
una de las mesas. Santino la siguió lueg
ides del t
taban resguardados por parpados rojizos. En sus mejillas había pinceladas de pecas q
, tanto que fue absurdo para exhalar como si la vida se fue
l cenicero. Los restos del tabaco cayeron en é
darse de egoístas. - No estuviste ese día y ahora vienes aquí con tu estúpida cara como si nada -Helena juntó sus m
a la comi
, no puedes venir y destruirla como lo hizo...-siendo descubierta al decir un pensami
o sólo veía el reflejo de un fantasma, como si el resto se tornara borroso y
e, otro trago más y obtuvo el mismo resultado. Cuando estaba a punt
incontrolables invadieron su cuerpo delgado. Sus manos, que eran pequeñas y delicadas, se humedecieron por las lágrimas q
ma -. Mil veces mierda -
culpa el estado de su amiga. Se sentía responsable, o tal vez lo era. Sinceramente no
de buscar el camino al pensamiento que la
acido -respondió -. Tus palabras siempre fueron cerillos en
lladora. Sabía que no iba lograr nada, pero aun así permanecía
a -. Puedes quedarte en la habitación - di
paseo - subió las escaleras hasta que sus pi