Prejuicios de la Realeza
abía hablado sin los rodeos y la superficialidad que a veces imperaba en aquellos salones y que era habitual incluso en las conv
jo Baltur con una expresión en los labi
la adoraba. Con aquel gesto delante de todos los invitados estaba mandando un mensaje muy claro. Había visto el recelo, la hostilidad e incluso el desagrado velado y en ocasiones no tan disimulado en los ojos de la mayoría de los invitados cuando Grinderin apareció junto a él en la fiesta. Lady
maravillosas. Fue amor a primera vista. Me encantaría que tanto usted como lord Esteban me visitasen alguna vez mientras dur
su mirada. Grinderin tenía una mirada que era capaz de desprender todas las iras del infierno, y eso en un día bueno. Pero, le vio suavizar su expresión una vez que había calibrado si
placer, l
er fue de Grinderin
s de que ambos nos casáramos. Éramos ami
actitud. A Baltur no le había extrañado que lady Waidus les present
nservo en esta ciudad, pero he de decir que la de su abuelo fue una que no tuve la fortuna de seguir fomentando -continuó lady Ingrid, y Baltur detectó de inmediato cierto pesar en sus últimas p
también la pregunta implícita en sus ojos. El hecho de que la vizcondesa hubiese llamado a su abuelo por s
acto de presencia en estos eventos. Está algo delicado de salud, pero le daré recuerdos d
lady Ingrid il
lady Ingrid desviando la mirada de él cuando algo
nducido la vizcondesa, momentos antes, entonces la vio.
nstante, Katy giró su cabeza acercándola más hacia la marquesa para escuchar algo que esta le estaba diciendo y su cuello largo y exquisito quedó expuesto de tal forma que Baltur deseó posar sus labios justo en el centro, donde un pequeño mechón de pelo enroscado como si fuese al azar rozó su piel con descaro. La falda del vestido, con varios fruncidos coronados con pequeñas flores, hacía que la sobriedad de las lí
raba con una seguridad y despreocupación tal que Baltur supo sin lugar a dudas de quién se trataba. Por el informe de Withman sabía que lord Juanford Plattid era el segundo hijo del conde de Nikomedes. Tenía fama de mujeriego, vividor y un sinfín de adjetivos más que al parecer hacían justicia a s
le, Baltur descubrió que ella también
que se había quedado mirando a Katy hasta que la
an? -preguntó la vizcondesa con un bri
a, ya que Katy vivía con su tía abuela, pero sí que fomentaría preguntas sobre cómo era que se conocían. El hecho de que el tío de Katy, hermano de su padre, hubiese muerto meses atrás en el extranjero y que entre sus viajes hubiese visitado Malta e Italia, prolongando allí sus estancias,
llí. A los dos nos gustaban la astronomía y los viajes. Él me hablaba mucho de su querida sobrina. Cuando me enteré de su fallecimiento por un conocido en comú
n detenimiento, fijame
de campo de sus padres colindaba con la
por la mirada de lady Ingrid q
udicar a Katy, sin embargo, lady Ingrid pareció ver algo en su expresión que le agradó. Asintió antes de apartar la vista y esgrimir la sonrisa más
rtida su mirada al ver la mano de lady Ingrid todavía apoyada en el hueco del brazo de Grinde
descubierto que tenemos más cosas en común de las que
lady Francis y Baltur pudo ver
he presentado como corresponde. Lord Esteban, señor Grinderin, les pre
. Seria y distante, solo hizo un pequeño gesto con su cabeza. Boris, lejos de parecer ofendido, esbozó una sonrisa cínica que Baltur conocía demasiado bien. Tampoco le pasó desapercibida la mirada que intercambiaron lord Plattid