PODEROSA Atracción.
a y se lo comió. Jonathan notó que su miembro se hinchaba con otro aluvión de sangre al recordar su boca en torno a él, su lengua lamiéndole el cuerpo con h
alle entre sus pechos con la húmeda punta del dedo. Luego apretó uno con la pal
Lafayette. Aquella mujer era pura sensualidad y hacía muy bien su trabajo. Ningún ho
, se acercaba sigilosamente al escenario. Con un rápido giro de cabeza, Jonathan observó que el gigante de la ceñida
r que aquello no le impor
l escenario, estuvo a punto de ol
si desnudo de una manera que le dejó aturdido. Jonathan se agarró a los brazos de la silla, deseando l
estar inclinada se le insinuaba el inicio de las nalgas desnudas que asomaban intermitentemente p
izo desaparecer por debajo de la mini falda. Tenía los ojos entrecerrados y separó
e salir
ondulantes caderas y agarro la falda. Tiró de
En vez de eso le golpearon los recuerdos. Le había permitido que la tomara de todas las m
lujuria; al menos el tiempo suficiente par
Jonathan abrió los ojos.
ntras tiraba bruscamente del top para revelar un sujeta
a, casi como si fuera un niño
nviaría un correo electrónico con una explicación, porque si se quedaba
ujeres, por supuesto- a las que pagaría de buena gana para que ayudaran a Cassandra
cayó al suelo a lo
xigió a sí mismo. Las pi
os escalones. Pasó junto a su excitado clie
intentó tomarla entre sus brazos. Pero Cassandra fue demasia
cuando ella siguió baila
sta. Sus miradas se cruzaron. Ella jadeaba con fuerza. A p
más la boca de Cassandra. Pero cuando lo hizo, sólo agarró el aire. Ella y a se h
, con las piernas abiertas, las rodillas dobladas y los pechos cubiertos con las man
a detenerse y a respirar hondo. Jamás había sido
la aplaudió y silbó ruidosam
todo un espectáculo,
se levantó
ra. Que exhibía su cuerpo ante desconocidos con los que sabe
ero que he preparado
tus pies, me ofrezco voluntario -dijo
reco
or lo menos intentándolo. La prenda no tenía botones ni broches, así que estaba prácticamente abi
e alegro de verte.
trica que le atravesaba cada vez que rozaba a esa mujer. Pero nada le hubier
lugar más tranquilo? ¿Un lugar más... -Jonathan recorrió con lo
trabajar. Ya son las cuatro, ¿verdad? Es hora de abrir
irla cuando ella le mostró aquel provocativo
ico a la parte de atrás en contraste con la zona baja. Llegaron hasta el fondo, donde había una habitación pintada de blanco. Un remans
o hizo, la cerró. Él se dio cuenta de que no se oía ningún
el borde del escritorio en una actitud relajada que, de alguna manera, exudaba sens
ero no tenía nada que ver con
a, y
arme tu opinión sobre el número? Hace dos años q
lubs de striptease, así que no podía comparar, pero pensó que sufriría un ataque cardí
me lo pr
ristopher, y él no es demasiado objetivo. Ne
lo fuer
ha est
es el quinto aniversario de «Las sirenas sexys» y prometí actuar. Ya no lo hago nunca. I
de la audiencia se correría en
e Cassandra iluminó toda su cara, toda la hab
stado muy ocu
uesto, sé lo que cuesta abrir un negocio, pero me queda mucho que aprender. De todas maneras, me alegro de que estés aquí. Hace mucho
ería cómo se ponía manos a la obra en la cocina y en cualquier otro lugar. Pero, ¿cómo podía
sado -comentó ella. Jonathan i
r se casaron hace
deó la cabeza y le observó c
e tú también formabas
n había esperado casarse con ella, que Deke la dejase embarazada y que todos formasen una familia feliz. Sin embargo, ellos habían elegido ser una pareja tradiciona
ló, calibrand
siendo espec
s había acompañado. Lo aceptó porque, aunque adoraba a Kimber, no la amaba. Sin embargo, quería lo único que le podía
er un hijo
-le preguntó Cassand
ptable que quisiera tener un hijo tanto como él. Cassandra... ella era sexy, decidida, femenina, le volvía loco; pero no encajaba en su ideal de madre. Si te
ecurrir al banco de semen más cercano ni a someterse a una fecundac