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El secreto de la sumisa

Capítulo 2 Un encuentro esperado

Palabras:4478    |    Actualizado en: 12/10/2022

ITU

ENTRO E

ás solo fue un lugar más donde quedar, y no el habitual, como lo era nuestro…miré por el ventanal, ir y venir a la gente, y comenzaba a aburrirme, casi dispuesta a marcharme cuando de repente, ¡entró! El tío llevaba pantalones vaqueros, un cinto ancho de cuero negro, y una camiseta blanca de manga corta. Pasó me miró con yo diría que desprecio, y s

oño crees q

tacos y algo más, pero al volverme le vi allí de pie, con las manos en los bolsillos delanter

s…a casa

ré yo cuando puedes irte y

a en falta y esperé. Él se sentó enfrente de mí, y adelan

ño y te vas a quitar las bragas, las dejaras encima del lavabo y te ven

sconocido y sin embargo, estaba quitándome las bragas y dejándolas, con manos temblorosas encima del lavabo. Volví a la mesa donde el tío aquel sonreía cínicamente. Esta con las piernas separadas y miránd

una tía rebelde, y que no obedecía mis deseos, espero que tú

con otra…sacó una libretita de tapas rojas y un bolígrafo de plata y escri

slo, negra, zapatos planos sin tacón y una blusa amplia y blanca. No llevarás su

las dos consumiciones pero el camarero, me dijo que ya estaban pagadas. Así que me quedó la intriga de para qué eran aquellos cinco euros…¿para humillarme solamente?, salí de la cafetería y al ir bajando por la boca del metro, el tacón del zapato derecho se partió. Juré en chino hijas, en chino, pero me descalcé y me metí en el metro para ir a casa sin pensar en m

r a casa para quitar

para mí, mira que ere

nada y ya ves, he roto ha

a con solo pensar en él. Salí de la ducha y me miré al espejo, vi a una mujer con “todo” en su sitio, o muy mayor y con ganas de…¿de qué en realidad?, me enrollé una toalla sobre los pechos y salí dejando que mis pensamientos se ordenasen un poco antes de ver qué hacía. Por supuesto ir a aquella dirección ¡ni soñarlo!, durante más de media hora miré la hojita de papel, que había dejado doblada sobre la mesita de noche y no me atrevía a cogerla. Pero al final, leí de nuevo

ncontrarás la puerta abierta, entra, cierra tras de ti y arrodílla

oy un poco bruta a veces lo mío me cuesta corregirlo hijas. Y ahora ¿Qué les digo yo de esto a Mari y al Mario? ¡ay que dilema hijas esto no me pasa más que a mí. Me paré a pensar que hacía no tanto

o, y se ceñía como una segunda piel a mis muslos. ¡Ay! Creo que estaba cumpliendo con los malditos requisitos de aquel tío. Pero de ir nada de nada ¿eh?, ¡¡me moriría de vergüenza!! Pero si pasé un mal rato, que ya ya, cua

osa es que mi marido estaba de un pesado fuera de lo habitual y Alex y María no dejaban de pelearse, como si percibiesen mi nerviosismo, y les castigaba más de lo corriente en mí. Me resigné a ser el ama de casa corriente, carente de autoestima y que vivía una vida monótona, durante los días que precedieron a “La Cita

ban, ¡ufff, lo que marcaban!, y que prometían más de lo que había visto yo en toda mi vida. Mi marido se fue al bar y los nenes, como de costumbre ese día se los dejé a mi madre que vivía dos portales más allá de nosotros. Me vestí sin el sujetador ni las bragas y me sentí desnuda a pesar de estar vestida. Se m

o con la puñetera vecinita, parecía e

y bien pensado, te qu

, como si supiese dónde iba. Tomé la línea uno, la azul clarita, para llegar a Tribunal y allí tomar la línea azul oscura, la diez, que me llevaría a Noviciado. El recorrido me pareció super largooo, y es que me temblaban ya hasta los dedos de los pies. Llevaba pegado el bolsito con las llaves y el móvil en su interior, pegado a mi vientre, como si estuviese embarazada. Cuando salí en Noviciado, recorrí el camino que

erlo de otra forma, subir aprisa me hubiera dejado exhausta. Tardé mis quince minutitos en llegar. Solo había una puerta en cada piso, y en el último también. La puerta estaba entreabierta y creo que entonces la cara me enrojeció hasta la raíz. Pero nada, ya que estaba allí, para adentro. Penetré y cerré tras de mí. Me arrodillé y separé las piernas. Miré al suelo, más que por la exigencia del individuo, po

to, perra, me perteneces y debes ir aco

enganchó una cadena al collar y me llevó a cuatro patas tras de él. La casa olía a incienso y era un loft abierto por completo, me sentí ridícula al principio, sí, pero pronto me mentalicé de

e te dirigirás a mí como señor. No hablarás si no t

las palabras asentí. Dos sonoras bofetadas m

es lo que te esperará, ¿está claro?, -repitió

, s

nder a ser aquello para l

dónde me daba el aire. Pero si lo que yo habí

uerpo. Veré si me places como sumisa o no

sé vosotras, pero yo jamás me había desnudado, ni delante de mi marido. Me tapé el pubis y las tetas como pude con los brazos y manos y él se puso de pie. Se acercó y pude sent

anos a la espalda y mirarás al suelo. Por cierto, si lo que estás esperando es que te folle estás perdiendo el tiempo. Quiero que pases varias pruebas y de ser aceptad

ella, mientras con otro, no me digáis cómo lo hizo, me masajeaba el clítoris. Creo que todo el tiempo tuve la cara roja com

te esclava. Ag

o ya me daba por

eñaló un cómodo sillón con res

me preguntase, como me

hacías allí, quién eres, todo, y

dos niños, niño y niña, que estaba casada, y que iba con mías amigas los jueves a t

era tu amiga supongo. Cuando hables conmigo debes ser exacta en lo q

a qué se ref

sexo. Respetaré unos límites razonables el re

o sexo con mi marido y él es muy limitado. –Por unos instantes, creí que se echaría a reí

ue no puedes superar en un principio

smo era que te freían a palos y te molaba, y que ibas descogorciada a casa y

ás siempre la verdad, lo contrario te costará un duro castigo. Pasarás la primera prueba este domingo a la mañan

a sido su sumisa desde hacía dos años, y que era muy impuntual, él pensaba que porque le gustaba ser castigada duramente, pero a él eso le daba lo mismo,

imientos, ¿por qué crees que me miraste tú y tu amiga no?, ella es de esas que miran por los ojos de otras, no s

cristal tallado y dos vasos bajos a juego y sirvió dos dedos de brandy en cada uno. Puso uno en mi mano y sorbió del suyo, sin emitir un solo sonido. Tomam

no siempre será tan fácil. ¿Quieres pregunta

se

isa y obediente, el resto corre de mi cuenta, yo te educaré con discipl

e mí la puerta y suspiré aliviada. No iba a volver ¡ni locaaaaa! El aire fresco me despertó del sueño vivido y crucé la calle como borracha. Me metí en la boca de metro de Plaza España, y me senté a esperar. Aho

nde has ido, me h

o en la salita mirando

hora de cenar joder!, y los niños

el otro, claro, que entre él, ¿cómo deb

y me senté por fin a comer algo. Ni me esperaron, como siempre se echaron sobre la comida como si fuesen unos muertos de hambre y yo, comencé a evocar la casa, el entorno en el que me había quedado desnuda ante un desconocido por primera vez en mi vida. ¡Pero mira que soy tonta!, menos mal que todo había acabado, y jamás de los jamases volvería a hacer algo similar,

pasa?, hace media hora que te he pe

es levantarte tú y c

y se levantó de mala ga

i aprendes a poner la mesa por lo me

, que así se llamaba el macarra aquel de la telenovela de “Mátame, que me enamoro”, si es que soy mema del todo, no podía volver, ¡ni hablar del peluquín!, Alex se enzarzó en

o os sigáis pelando o

voz, se quedaron paralizados y Antonio, me miró no

é a llevarme los platos y los restos de la cena, deb

más que sonreír y gritar, estás

etiéndome la mano por la blusa que se me había entrea

s, que estoy recogiendo la cocina

Pero Antonio, excitado como un toro en celo, me bajó las braguitas, me introdujo su miembro en mi vagina y me taladró como si fuese una madera y él el taladro Bosch. Dos minutos más tarde, se retiraba y yo me quedaba allí boca arriba sin saber qué había pasado. A mi nada desde luego, en fin, lo de siempre. Diréis que soy una tonta, pero me eché a llorar como una quinceañera y salí limpiándome las lágrimas con un trozo del delantal. Antonio, miraba el fútbol y bebía cerveza despatarrado en el sofá, mientras Alex y María jugaban a cocinitas en un rincón. Me

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