ROMUALDO, EL ESPÍRITU MALIGNO
iz monstruosa y la cabeza rapada, tanto; que parecía un huevo gigantesco. Se tiraron en el camastro de ella riéndose no supe de qué cosa y desvistiéndose el uno al otro. Ella se desviví
ró a su lado, largando en ese instante, un enorme ventosidad, larga y sonora que parecía destroz
piernas muy fuerte. Yo solamente estaba esperando que llegara alguien tan solo con un mendrugo de pan, para con ello tratar de mitigar un poquito aquella sensación detestable en mi bandullo y dormir un poco; pero lo único que
das glotonas de mil malhechores que sobraban en aquel medio, también se refugiaban de sus mujeres, que generalmente vivían en las cercanías, de la policía o de lo era peor, de sus rivales de bandas. Total, lo que se quería era cerrar aquella tosca puerta para que el ruido y el frío de la época, no siguieran amargándoles la vida. Para complicar más la situación, le tocó el turno a una de las ventanas que también e
Pero daba lo mismo. El viejo panzón y calvo que chillaba como un felino disfónico, fue quien se quedó callado primero. Mi hermana se reía como poseída y él respiraba como un asmático que sentía que se le escapaba la vida. Desde un farol tímido ubicado en el exterior de la casucha que despachaba una luz agazapada en aquella noche oscura que se colaba por los orificios de las paredes de hojalata