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Terror: Brujos en Chiloé

Capítulo 6 4

Palabras:1470    |    Actualizado en: 15/07/2022

7

rar, hace frío ―me di

decía era cierto, pero el frío ya no tenía efecto so

ontar, cada vez que te quedas así,

ero no es nada, so

te convertis

í e

dejarás ser

que yo viví durante los siete años de entrenamiento? Sin contar con la preparaci

mayor, Isolina, cua

stoy pre

a niña t

y na’' una niña, ya soy

me convertí en bruja y casi no sobreviví. No podía

ré al bosque, tú te volve

la, yo me qu

a estar ―

o no tengo na' qué ir a ha

te pasa

buenas manos que tengo yo, que

te, tanto como pensaba

uedarte, hazlo. Yo debo

espués de un siglo de recorrer cada rincón,

rumpió―. ¿Se te hicieron largos esos doce

. Seguía igual. Bueno,

blaba, él me quitaba el aliento y la capacid

empo ―comenté cuand

que están pasando y

é co

oraleda y

con eso?

modo, sin embargo, querida Chilpilla, no puedo opinar l

n fieles

lma, ¿puedes estar segura de q

pon

s seg

hay un traidor en nuestras filas? La ma

genera l

todo lo que me enseñó, ninguna clase incluyó la lectura. Así

cer en tus manos todo el tiempo, no

ien. Lo

se libro cae en manos equivocad

S

como lo conoce

ignific

todo lo qu

as medias frases, esos miste

vertí. Yo, que tú, no hag

odemos enfrentar mej

o todos los bruj

de mi vista y me sentí o

osa, ni siquiera en el libro que José de Moraleda me había obsequiado. ¿Qué haría? No sabía si de

su alero. Doce años de duro entren

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era mucho más complicado que eso si uno quería ser un brujo de los buenos. O de los malos, como quisiera tomarlo. Yo quería ser de las buenas. Después de

, lobos feroces que no sé de dónde salían, lobos enormes que tenían colmillos gigantes que me hubiesen atravesado. Y me enfrenté a ellos. Cada mañana me dormía llorando, solo para soñar. No hubo una sola vez, del re

ue hubiera pasado un siglo, cien malditos años, el recu

hecho me hirió el hombro con su hacha. Cada hora que pasaba era más desesperante, hasta que lo descubrí. No podía matarlo, pero sí podía hacerlo desaparecer. La peor ocurrencia de mi atormentada mente. Ya no lo veía, pero me perseguía de igual forma. Creí que moriría en sus manos. Luego me di cuenta de que no podía morir. ¿Qué pasaría en esos casos?, me pregunté sin saber contestarme. Pero la respuesta vino poco después. Ese hombre no iba a parar hasta asesinarme. A g

sido repuesto, por decirlo de algún modo, per

siguiente noche él volvió. Sabía que estaba

livio. Sabía que había te

ha id

strando mis cicatrices

an bien lo

pe qué hac

as forma de

ía mo

mori

lo se

o

fue q

enses

o atrás. Estaba llena de sang

es ―dijo con

. Él se levantó el sombrero y me miró con sus ojos d

asó lo peor ―afi

y me hizo mirarlo. Era un ángel hermoso, no como lo pinta

e ves igua

ro modo pod

ue soy, un

lo e

. Mira a lo q

onte

ás, debes descansa

ro dormi

stás c

iero s

ió con

esadillas, no

supe de más nada

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