La Condena de tu Amor
a
9 de agos
ntigo. -Escuché como la voz de mi
hermoso paisaje de edificios antiguos y calles atestadas de personas en movimiento que estaba co
algo? -
rcé una sonrisa falsa en mi ca
ba protegiéndonos desde el lugar donde se encontrara, que él no hubiera querido que nuestras vidas se estancaran,
vid es un buen hombre para irnos a
ya sabes, aceptaste su anillo y luego decidiste comunic
n tu car
y aunque me cueste aceptarlo, muy en el fondo de mi mente, en ese
nueva familia, podrás hacer amigos nuevos, e incluso tendrás un hermano. ¿No te pa
e del asunto, dejaba
antes. Solo quedaban Rachel y Marcos, los cuales, por
un trabajo en Inglaterra. Ella era jueza y cuando no se encontraba en casa pasaba la
r Ingeniería. Aunque nos prometimos siempre estar en contacto, el grupo "exploradores
al cual quería como un tío de verdad, aunque no fuéramos parientes de sangre. Muchas veces iba a su casa y nos sentábamos juntos en el p
con él. Aunque para las demás personas pareciera una loca hablándole a una lápida, yo sentía como si él me estuviera escuchando. Como cuan
a del todo cierto. No quería que mamá olvidara a papá por otro ho
das, con jardines irreales, y tan vacías que fácilmente este podría ser un pueblo fantas
cago, apartada del hervidero de hormigas tra
normes de cristal que llegaban del piso al techo, por donde se podía vislumbrar trozos del interior innecesariamente, exc
raba David, llevaba una camisa polo blanca, unas bermudas a
tirado, serio hasta la muerte, de traje y ojos
tes y los brazos abiertos, fue bajando los peque
taxi, «gracias por la ayuda mamá», y se envolvieron en un abrazo muy acogedor. Esa
na más que adecuada. Al fin de cuentas el hombre había
vid se encontraba delante de mí con los b
estaba p
su lado, llegué a las puertas para pasar dentro y... wow ¡Menuda
e de artistas famosos, los muebles eran de terciopelo dorado, ubicados delante de un gran televisor de pantalla plana que fácilmente podr
al de la sala. Más allá se podían distinguir unas pequeñas puertas que se encontr
o, dorado, marrón y de madera. Seguro que detrás
pequeñísimo adorno estuviera a juego con la cara
or favor -ofreció David mientras quitaba las maletas de mis manos y subía las escaleras. Ahora me doy cuenta
y bonita? -preguntó mi madre, mientras lo o
vid sí que tiene dinero, ¿no? -En su cara se
on el tiempo te irás acostumbrando y luego esta será tu casa también. Además, David me dijo que si queríamos podíam
a me adaptaré. -La interrumpí porque sabía que comenzaría a da
ia, la casa de la abuela, porque con el salario de mamá no alcanzaba para pagarla, además de la comida, escuela y otros gast
eguntó David desde la par
mos -respo
la cantidad de cuadros con fotografías de la familia Cox
n otro chico, al parecer de su edad, abrazados riendo a la cámara. Toda la familia Cox junta, había muchas personas en lo que pare
todo un d
el centro. Era una fotografía de David y su esposa el día de su boda, ambos vestidos de blanco, ella miraba a la cá
foto, pero no tenía cara de enojo o disgusto, todo lo contrario, sus ojos reflej
d miraba a mi madre con cara de
la foto te molestara, yo... -Su cara se había sonrojad
s algo que siempre va a estar con nosotros, lo tengamos reflejado en fotos o no. Déjala donde está, es una imagen hermosa. -Term
y triste que comenzaba a formarse a nuestro alrededor. No era
asa de la piscina, y contraté a una diseñadora de interiores para que lo decorara porque yo no tenía ni ide
ualquier chica desearía, cualquier chica de tres años
ue una bomba de purpurina y corazones había estallado justo antes de q
odeando los cuatro postes de la misma. Estaba cubierta con una manta de felpa blanca, y un ejército de almohada
e reflejaba la cama casi entera. Cerca del armario se encontraba una mesita con una cómoda silla acolch
cerca de la puerta por donde acababa de entrar había un escritorio de madera con u
guien reveló mi afic
ba al moderado pero existente jardín trasero, y por lo que pude ver,
rar lo que tú quieras -dijo un David nervioso. El simple hecho de que se viera
ias. -Le regalé una sonrisa para su tranquilid
equeño y una mesita donde dibujaba, no necesitaba nada más. Pero tenía que hacer
d, por cierto. Era una realidad a la que me tendría que acostumbrar, mi madre durmiendo
nte en mi nueva habitación. Ropa en el armario, mis cuadernos y bocetos de dibujo en
, pero cómodo, y unas sandalias. Recogí todo mi cabello negro y lacio, herencia de papá, en una coleta
as puertas se encontraba una enorme cocina, decorada
es de madera la rodeaban. Al otro lado de la cocina se encontraba una mesa de cristal con seis sillas que supus
ue me acerqué a tomar uno. Tuve que pararme en punta de pies para llegar al estante
«no paraban», estaba repleto de todo tipo de cosas: platos con carnes, fruta, verdura,
anzanas, pensando si también tomar una o no, cuan
contenido del refrigerador me pa
os después de procesar que aún tenía la cabeza dentro del refrigerador me vol
ra y una cara que haría temblar las rodillas de cualquier chica. Ojos verdes como las piedras jade, piel blanca pero un poco bronceada por el
es Alex? ¿Este dios gri
lo iba a t
había terminado -dije
e haces en mi cocina? -La clara
id que aparecía por las puertas en
s la hija de Lara. Te dije ayer que venían
bre. -Su rostro se transformó de repente, captando l
rostro cambió radicalmente de ceño fruncido a diversión en nan
fin. David me ha hablado mucho de ti. -Se presentó mam
ano de mi madre, ignorando el gesto deliberadamente. Ahora en su mirada
e enseñas la zona y el camino a la escuela -recomendó David, con una tos poco disimulada. También notó
ejas. Puse la caja de jugo y el vaso encima de la encimera. Al parec
o y nos vamos. -Salí práctica
ensión y miradas rara
pero lo comprendía. Si a mi casa llegaran dos ext
tré esperando en la puerta abierta, y para
erio,
tecleaba con sus dos pulgares en la pantalla táctil. Llegué a su lado silenciosa, esperando
cados dos autos, uno azul y otro negro, marca 'Audi' al
e no pude evitar mirar la postura tan confiada y cómoda con que manejaba, se veía tan... sexy.
te quiero dejar bien claras. -Miraba fijam
n seco e
la puerta. Es mi lugar privado y solo yo decido quien entra y quién no, ¿bien? -Solo pud
mí porque vas a sufrir. Es una ga
biertos del asombro. Menudo idiota, ¿qu
enes demasiado creído?
a, para prevenir. -Pude notar la
uilo. Respetaré tus reglas -dije, mientras miraba por la
abló bajito para sí mismo, pero
sí. -Bufé
e en su cara. Al parecer esto era característico en él, esa sonrisa de
a prometía muchos