Sufrida
os ante la presión que estoy ejerciendo. De solo recordar aquella horri
tuve decepciones, por meses y desde todas direcciones. De nada sirvieron mis sacrificios, mis ganas
a alguien de que no se r
ntas sobrevivir. Como la ley
da para eso; yo era feliz y solo pensaba que estábamos atravesando un mal momento. Habíamos sido felices por un buen tiempo y tal vez era momento de demostrar cuán fuerte era lo que sent
mí misma el hecho de observar la majestuosidad de su nueva v
más bien un tipo de terapia. Una forma de recordarme a mí misma lo que él consiguió, cuando se decidió de una vez por todas. Ver la maldita tienda, me h
lamar a la puerta a las horas que llegara. Ahora, al recordarlo, miro mi reloj y abro mucho los ojos. Son casi las dos de la madrugada, jamás había llegado tan tarde antes, por lo que no sé a qué atenerme. Tal vez la señora ya no quiera quedarse con mi hija después de esta eventualidad. Abro la puerta con cuidado de no hacer ruido y una vez dentro, voy
tamente con su piel blanca y los ojos azules, que no necesito verlos para recordar su tono exacto. Mi hija es idéntica a su padre, ella es el eterno recordatorio de todo lo que un d
jando. Cada noche, durante mi estancia en el club, mi hija se queda con nuestra vecina; y eso es de las cosas que más me duele del trabajo que tengo. Casi que no puedo pasar tiempo de calidad con mi hija; aunque intento hacer actividades durante el d
n el edificio y solo unas pocas veces a la semana puedo llevarla de paseo para que corra y disfrute con los de su edad. Hay momentos en los que siento que soy una mala madre, p
anto de la cama de un brinco. Me vuelvo para ver a la anciana en la puerta de
l pecho. Me acerco a ella para saludarla y pedirle disculpas por
ja. -Hace un gesto con su mano, desestimando mis palabras
la habitación, donde está la anciana poniendo al fuego una tetera llena de agua. Observo los alrededores y, sobre la mesa, un dibujo evide
e lo pidiera -murmura
la más pequeña; la señora Pibbot tiene algo en su cabeza que supongo sea su gorro de dormir y yo, el dibujo que me representa, tiene unas letras encima que no dejan dudas. D
te de lo inteligente que es. No es solo que haya repetido una palabra con la que hemos interactuado antes, es que, además, sabe delimitar lo que es su corta familia. Y eso es lo que me duele, de este dibujo. Ella no recuerda a su padre, tenía solo seis meses cuando todo sucedió. Desde entonces, yo he intentado sup
Amaia -susurra la anciana a mi lado y yo vuelvo a llorar, por haber enco
en saber qué fue de nosotras? -pregunto, sentán
Dice mucho de lo que es importante p
que el tiempo pasa y la decepción crece, sigo recordando todas
La tristeza que me llena unos segundos, poco a poco se convierte en odio. Este senti
tu hija es un amor y eso, es gracias a ti. Llegará un día, cuando todo esto dará un giro de ciento oche
reír, de lo iróni
quede con sus millones, eso tal vez le dé un poco de felicidad. Ni mi hija ni yo lo neces
busca las bolsitas de té y los acomoda en las tazas de tamaño mediano, continúa h
a hacia atrás. No quiero siquiera
éntrate en tu vida, en crecer. Sé que llegará el momento en
bios, para soplar un poco. Miro a Marge y le sonrío, agra
surro, con mis ojos
la pena romper esa regla autoimpuesta de
. Ustedes dos hacen
nada más, por el bien de mi cordura, debo intentarlo. Pasan los minutos y cuando
casa, toma un baño largo y duerme un poco. Le prometí a Audrey que en la maña
e por ella. Muerdo mi labio inferior, dudosa; pero Marge insiste
ue viniste y que yo te pedí permiso para ir a tomar helado; te
a palabra helado la conv
sus dos manos-. Quiero verte fuerte y sana, no me gustan esas ojeras ni la trist
beso en la frente a Marge y antes de irme, voy a la habitación para ver a Audrey o
e mucha