El infierno de Robert Cameron
ern
r dos grandes colinas en el que se situaba Inverness, su ciudad. Hacía mucho calor, por lo que quitó su sombrero d
e rosas se erguían esplendorosos entre las plantas de hoja verde, repartiendo alrededor una deliciosa fragancia. Alzó la vista y observó que las dos plantas de arcos sostenidas por columnas de mármol que rodeaban el jardín estaban solitarias. Se sentó agradecido en un banco guarecido por la sombra y comenzó a abanicarse con un viejo periódico que encontró sobre la mesa. Más sosegado, se agachó y sacó de su bolso de piel de vacuno unos pap
ecido un adinerado caballero, dispuesto a organizar un torneo de póquer en el que se jugaba grandiosas sumas de dinero. No
le apetece toma
enérgico con la cabeza. Lo que él necesitaba era una buena jarra de vino, pero su delicado
ca. -Se levantó de la silla con gesto cansado y, mirando fijamente a
uca. Accedió a la biblioteca, dejó la carpeta sobre su escritorio y se acomodó en su silló
eciado tesoro. Alta y esbelta llevaba su largo vestido de muselina con elegancia. A
entornó sus grandes ojos oscuros, r
ado. Ven, mi querida niña
ralda y se sentó de forma recatada en la silla. Dejó las manos desc
e las personas valen por sí misma
los tiempos hemos encontrado hombres valientes que provenían de la clase baja y nobles muy estirados
etorcían sus manos. Su padre se acercó a ella, l
ontado todo. ¿Qué te pr
emblante atónito de su progenitor, sus mejillas se encendieron y un respland
héroes literarios. Habían abogado por la justicia, la bondad y la igualdad de los seres humanos. Aquello había estado bien mientras e
a punto de comenzar a llorar-. Scott es un ca
ael con el corazón encogido. Se esforzó y esgrimió una son
stante, tendré que conocerlo para saber si es digno de
cuello y le abrazó. Apoyó la
r ahora. Los dos somos conscientes de que su condición
tur
n vulgar soldado? Madisson interpretó su desconcierto como una invitaci
speranza de conseguir logros y ascender. A su re
nvertido en una mujer. Una mujer hermosa, con un futuro prometedor por delante pero impetuosa e idealista. Se le encogió el corazón al pensar que
minada. Tras ver la jarra de vino, Madisson le rega
ta conversación en secreto. No l
riente y salió d
ruelas y lo acabó de un trago. Las preocupaciones se multiplicaron dentro de su cabeza, por lo que intentó aliviarse con otra copa. Levemente mareado, se sentó para descansar
derechar su mala situación económic
a empañarle la serenidad recién adquirida. Ante a