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La mirada de mi bailarina

Capítulo 3 ¿Quién eres

Palabras:1637    |    Actualizado en: 29/10/2021

ue su soledad, de repente, se p

*

medio de un salón entre sombras y escasas luminiscencias? Santiago, que aún estaba en la puerta se apoyó del marco de esta, tenía la boca seca y la mente en blanco aun cuando re

avilla; hasta el momento nadie la había visto, salvo su madre en épocas tan lejanas que se hacían borrosas en su mente. Y ahí estaba, bailando como si con eso lograra desprenderse de las emociones radical

da. Haces lo que se

al menos lograba irritar al señor Café con una discusión fuerte sobre cualquier cosa que él considerara estúpida o innecesaria. Un ademán de sonrisa se dibujó en su rostro y desapareció casi instantáneamente al recordar que siempre salía perdiendo en todo tipo de discusiones, razón por la cual tam

uesta a hacer un movimiento clásico. Giró y giró sobre su propio eje. Se detuvo suavemente, y sin reparar en el perfecto fouetté que había hecho, se tensó bajo la impotencia que le causó una frase que hizo tanto eco en su mente, qu

rimas y también fue participe de como la chica las bateó de un manotazo. En ese momento ella

io! ¿Y ah

una persona normal. La chica se veí

lo, la chica retrocedió un paso también. Romero siguió avanzando mientras la chica retrocedía. La luminiscencia

-preguntó el

pereza de la muchacha-. Mi

ombre que definitivamente se le hacía

utos? Creo. No lo sé.

su mente «Así se sienten los de esas películas de terror que tanto odio. "El protagonista entra en la habitación. El personaje sigue al fant

icio de al lado? -

dónde

Yo conversador

» gritaba s

aquí? -profirió cruzándose d

ducada, eludió mis pregu

por la rusticida

¿Te estas escondiendo? -lo sabía, estaba siendo entrometido pero ¿qué hac

ra reflejaba más preocupa

abrir la ventana tod

eñaló una radio pequeña de

responder alguna

odía ser gro

e eso sea t

ado y comenzó a recoger su mochila color turquesa del suelo, sacó unos zapatos de esta y se cam

ó los ojos con asombro ¿a

ente stretch para poder utilizarlo mientras bailaba. Tomó la pieza de chifón

a radio y un pequeño ventilador antes de

n y Santiago no desistiría, por el simple hecho de qu

¡

túpido y volvió sobre sus pasos porque seguramente estaba ahí. Asomó de nuevo la cabeza en el salón donde la había encontrado... Nada. Dispuesto a irse y ya cuando estaba a una escalera de llegar

*

ez quería revivir los tiempos en que su pequeño y ella se dejaban notitas por doquier. Leyó la nota sin mayor interés, pues

arrera no exigía mucho esfuerzo físico. "Biología" ¿quién lo diría? Ya es

a música de la cual ya sabía su procedencia, un aparato reproductor. Se preguntó si había comprado el radiecito en una tienda electrónica o en el bazar. Se si

ba pasando y con fe en ella salió disparado. Pulsó el botón del ascensor al compás de su propio pulso ¿por qué tardaba tanto? Cansado de esperar, corrió escaleras abajo. Muchas es

z, no cabía duda. No sabía porqué ni siquiera estaba razonando, sus acciones iban contracorriente a su actitud

ba obligada a estarlo. ¿Cómo Santiago podría saber que ella no estaba interesada en nada? Que, a pesar de sus ocasionales estallidos, había comenz

dejaría llegar a su objetivo. Una mujer saliendo de un taxi con el cabello hecho un nido sobre su cab

*

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