La mirada de mi bailarina
ue su soledad, de repente, se p
*
medio de un salón entre sombras y escasas luminiscencias? Santiago, que aún estaba en la puerta se apoyó del marco de esta, tenía la boca seca y la mente en blanco aun cuando re
avilla; hasta el momento nadie la había visto, salvo su madre en épocas tan lejanas que se hacían borrosas en su mente. Y ahí estaba, bailando como si con eso lograra desprenderse de las emociones radical
da. Haces lo que se
al menos lograba irritar al señor Café con una discusión fuerte sobre cualquier cosa que él considerara estúpida o innecesaria. Un ademán de sonrisa se dibujó en su rostro y desapareció casi instantáneamente al recordar que siempre salía perdiendo en todo tipo de discusiones, razón por la cual tam
uesta a hacer un movimiento clásico. Giró y giró sobre su propio eje. Se detuvo suavemente, y sin reparar en el perfecto fouetté que había hecho, se tensó bajo la impotencia que le causó una frase que hizo tanto eco en su mente, qu
rimas y también fue participe de como la chica las bateó de un manotazo. En ese momento ella
io! ¿Y ah
una persona normal. La chica se veí
lo, la chica retrocedió un paso también. Romero siguió avanzando mientras la chica retrocedía. La luminiscencia
-preguntó el
pereza de la muchacha-. Mi
ombre que definitivamente se le hacía
utos? Creo. No lo sé.
su mente «Así se sienten los de esas películas de terror que tanto odio. "El protagonista entra en la habitación. El personaje sigue al fant
icio de al lado? -
dónde
Yo conversador
» gritaba s
aquí? -profirió cruzándose d
ducada, eludió mis pregu
por la rusticida
¿Te estas escondiendo? -lo sabía, estaba siendo entrometido pero ¿qué hac
ra reflejaba más preocupa
abrir la ventana tod
eñaló una radio pequeña de
responder alguna
odía ser gro
e eso sea t
ado y comenzó a recoger su mochila color turquesa del suelo, sacó unos zapatos de esta y se cam
ó los ojos con asombro ¿a
ente stretch para poder utilizarlo mientras bailaba. Tomó la pieza de chifón
a radio y un pequeño ventilador antes de
n y Santiago no desistiría, por el simple hecho de qu
¡
túpido y volvió sobre sus pasos porque seguramente estaba ahí. Asomó de nuevo la cabeza en el salón donde la había encontrado... Nada. Dispuesto a irse y ya cuando estaba a una escalera de llegar
*
ez quería revivir los tiempos en que su pequeño y ella se dejaban notitas por doquier. Leyó la nota sin mayor interés, pues
arrera no exigía mucho esfuerzo físico. "Biología" ¿quién lo diría? Ya es
a música de la cual ya sabía su procedencia, un aparato reproductor. Se preguntó si había comprado el radiecito en una tienda electrónica o en el bazar. Se si
ba pasando y con fe en ella salió disparado. Pulsó el botón del ascensor al compás de su propio pulso ¿por qué tardaba tanto? Cansado de esperar, corrió escaleras abajo. Muchas es
z, no cabía duda. No sabía porqué ni siquiera estaba razonando, sus acciones iban contracorriente a su actitud
ba obligada a estarlo. ¿Cómo Santiago podría saber que ella no estaba interesada en nada? Que, a pesar de sus ocasionales estallidos, había comenz
dejaría llegar a su objetivo. Una mujer saliendo de un taxi con el cabello hecho un nido sobre su cab
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