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Pacto de Almas

Capítulo 5 Así son las cosas

Palabras:1668    |    Actualizado en: 16/05/2022

usto y la soledad le apenaba cada vez más; así que decidió ir hasta el pue

a, tropieza con una piedra y cae abruptamente en el camino. Justo en ese instante, un joven jinete la vio y acudió rápidamente a ayudarla. Alaia se había lastimado un poco el to

¿Estás bien? --Le

tobillo. Pero no es nada grave, no t

sin problemas? Noto que te cuesta un

n una gitana la gente podría criticarte y

quiero siempre. Además, soy médico y no puedo negarle la ayuda a cualquier persona que

, por lo que le devolvió la mirada con una sonrisa un poco

mi caballo. –Le dijo el jinete luego de revisarle exhaustivamente e

taré bien. No quiero seguir incomo

io médico del pueblo. Llegué hace poco a este hermoso país buscando mi destino y al parecer, creo que lo he en

redulidad; pues, sabían del infortunio que había pasado su raza y creían que tal vez no había quedado sobrevivientes de esa tragedia. Pero no solo les causaba asombro eso, sino que también se se

vio y se le volvió

dola minuciosamente como queriendo ver más

omo que andas persiguién

vi; así que no pude evitar volver a saludarte. Además, no supe tu n

la respuesta del jinete, suspiró y

ltado herida de gravedad, te diré mi nombre. Soy Alaia. Vivía en el campamento de los gitanos

rdadero placer conocer a una mujer tan interesante como tú. Pero dime algo: ¿Ad

aba hacer deportes o cuidaba su cuerpo con algún entrenamiento físico. Era mayor que rouge unos cuatro años, pero por los vellos en su cara aparentaba mucho m

rgo, tenía en su mente a Augusto, el hombre que ella sabía iba a ser la persona más importante para en su vida. No obstante, sentía

es, si no vives aquí en e

gusta la soledad y amo sobremanera la naturaleza, el cielo estrellado y

ento un poco de envidia de ti, vivir así debe ser austero, claro, pero hermoso.

me hacen falta. Así como hoy. –Le contestó ella mirándolo a los

tio donde tienen mala concepción de uno y donde lo mir

en es que, esa señora me ayudó cuando más lo necesitaba. Era un alma pura que me enseñó a valerme por mí misma e hizo que aprendiera las cosas más valiosas de la vida. Me ayudó a creer en mí y a aceptarme tal cual soy. Mira, J.J., los gitanos tenemos muy mala fama e

ro no se dan cuenta que todos somos iguales y que a ninguno le corre sangre azul por las venas. Por eso estoy tan en contra

lo que sería la personalidad de su nuevo y guapo amigo, Jean Jerome. Y con

e me está haciendo un poco tarde. Debo irme. Gracias

arla, bueno, creo que debemos continuarla en otro momento. ¿Qué te parece si me invitas a tu casa a

ro, payo. Te escribiré una cart

la presencia de Alaia en el lugar, pero ella sí lo vio y de inmediato supo que Augusto quizás estaba comprometido con esa otra mujer, lo que le produjo un amargo sabor y dolor profun

tiempo que tenía conociéndolo, ella sabía que él tenía su corazón; por lo que, le preguntaba insistentemente a la luna y a sus dioses que le aclararan la duda; ya que, p

ntarles por Augusto. Al barajar, la imagen de verle con esa mujer no se desvanecía y al poner las cartas sobre el paño de terciopelo rojo que vestía la mesa iba viendo como cada una iba

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