No Me Dejes ir
sab
café me llega al tomar un sorbo, mientras estoy leyendo por quinta ve
alda siente mi mirada clavada en su espalda y se gira para regalarme una sonrisa de l
me doy cuenta, que sus hermosos ojos color miel nunca me han mirado, sie
so se trata la vida no todo es color de rosa como quisiera
ta él, pero mis pie
erta ya llegamos lo escucho más claro. Intento abrir los
los ojos y en efecto es él está muy cerca de mi cara y puedo v
hemos llegado a su palacio, espero disfrute de su estadÃa. –señalando el lugar más hermoso
digo admira
nforme con mi reacción. Le rega
y cuenta cuan lastimada tengo mis pies, me duele un poco por lo rustico del suelo. Genia
saprobación. -Déjame cargarte hasta dentro. Ofrece, pero mi subconsciente se niega rotundament
emostrarle que puedo sola- Vez no me duele- mentirosa claro
dose a mi lado- déjame ayudarte ya den
r, cierro mis ojos con fuerza al sentir un breve dolor en mi pie
e no le prestó atención y su rostro cambia de arrog
anado el premio al más observador. - enserio fÃjat
que le digo esas cosas es muy inmaduro de
hay un botiquÃn de emergencias. Sin previo aviso se inclina, coloca una de sus manos en mi cintura, la otra en mis piernas, me alza para llevarme e
la cabaña. Si por fuera ya me parecÃa hermosa, por dentro no tengo palabras para describir lo perfecta que es, con es
nas palabras grabada en medio que dice FAMILIA en letras corridas y de color rojo, no puedo ver
a impresión, me tambaleo un po
iento y digo - Solo querÃa estirarme un po
za mi pie lastimado, lo lleva has
o único que se escucha son mis quejidos
te- dice con g
e tratara. Mi repuesta parece divertirle mucho
a, dice dando pequeños soplidos a mi herida el cual
o con curiosidad. El parece saber
ga futbol, cuando era niño vivÃa hac
primo de ocho que viven haciendo travesuras la mayor parte del tie
por salir embarazada en una de las fiestas anuales del hotel con un desconocido. Solo
tÃmida mientras recoge las cosas, hecho un vistaz
mos juntos no se me ha ocur
y cuenta que he pe
– Un gusto conocerte Dan soy Elisabeth Anderson – el me ve extrañado y el
labios y me gusta cómo suena en ellos. Rompiendo el contacto
entrega su celular, cuando lo voy a tomar siento como nuestr
voz - Mis padres, con todo esto se me
me una ducha – informa, se reti
s veces, pero no contesta. Vuelvo a inten
tado su voz, me trae calma absol
a como se cierra una
mas como estas – en su voz n
a si mi hija se va y no aparece. – No podÃa seguir con todas esas p
to, asà que me niego rotundamente, conociéndola me va preguntar lo que s
os. No pienso hablar de esto, aunque
re saber – poco convenci
ue me he subido al auto de un desconocido y en este momento estamos s
ue tengo en frente me deja atontada, si sus ojos me parecÃan hermosos, no se imaginan que es verlo con una toalla en su cintura, mil escenas pasan por mi cabez
me despido de mi padre sin esp
illas se tiñen de rojo no sé qué me paso yo no suelo ser asà de descarada, que te sucede E
ua – no tienes que decir lo siento por mirarme de esa forma – escucho sus pas
za – dice con la punta de sus dedos en
negar con un movimiento lento de mi cabeza, está mal todo esto, no
de casarme se siente tan
su mano de mi rostro – por favor ponte algo de
l porcientos pienso. Sin dem
ntentando controlar mi acelerado corazón – necesito quitarme este v
n poquito de pudor, yo toda indignada le tiro el
tu ayuda para nada más. Pregunto c
o lastimarme, puedo sentir su mirada clavada en mi espalda y podrÃa apostar que sigue sonriendo como idio