Las tres caras del deseo
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ndo son capaces de sacar la cabeza a flote, pero asà ninguna puedo sobrellevar ni la perdida ni el dolor, lo que puede vivir en ellas es el oscuro miedo de un alma verdaderamente retorcida y amarga, colores negro
vierte en uno de sus demonios todas sus malditas noches en soledad. Tenemos frÃo y solo el apoyo de nuestras armas son ma
rcer piso de la mansión -menciona mi sub
s comenzando -pongo de lado mi
usurra mi mano derecha, pero esta ve
el dedo Ãndice de Carly tocar su
ocina y hago la señal para que solo entremos mi mano derecha y yo. Disparamos con silenciador y los cuerpos caen sin cesar sobre nuestro camino, sumos los escalones y la seguridad es cada vez menor, entramos
el cuerpo del narco en los brazos una bala le da en el br
echa entregándole al narcotraficante, a punto haci
o pienso
a en la baranda del balcón amarrándose al narco e
undarios del narco nos toman. Observo como mi equipo huye con el narcotraficante mientras Carly
jos y veo los zapatos costosos del imbécil del jefe de seguridad, estoy
endrÃas para atacarnos lo vi como una broma de mal gusto, pero ahora que te tengo enfrente veo q
os ojos que tu jefe no estab
ú me dirás a donde lo enviaste, fui
rem
auto y dos hombres sacan a Carly esposada de manos y pies -sé que ella te importa porque
rme contra él, pero me
de Carly y está asustada con cinta de plomo cubriendo su
bola de hierro y cae en el a
pulmones lentamente al punto de una muerte rápida o tal vez lenta... que lo disfrutes láncenlo -me la
Carly hace movimientos bruscos, al fin le quito la cinto de plomo poniendo mis labios en los suyos para darle el poco aire que llevo. Cuando veo su rostro está ahogándose al pu
y estoy completamente solo, bajo durante cuatro minutos para tratar de liberarla, pero todos mis intentos son en vano. Subo al m