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El multimillonario que me llamó aburrida

Capítulo 5 

Palabras:1181    |    Actualizado en: 23/12/2025

ista de Ca

n un equipo de estilistas, a todos los cuales despedí cortésmente. Me vestí sola, mis movimientos rígidos, robóticos. Las joyas se sentían pe

taba pálido, mis facciones afiladas por el dolor y la resolución. Esta no era la Carla que Gae

deslicé en los lujosos asientos de cuero, el silencio en el interior aún más ensordecedor que el de mi apa

tineo de copas de champán. El aire estaba cargado de perfumes caros y el olor a din

un esmoquin a medida, una sonrisa forzada en su rostro. Me tomó la ma

, susurró, su voz baja, pos

ras que destellaban a nuestro alrededor. El mundo veía a una parej

s papeles. Gael me presentó a varios dignatarios, su mano descansando protectoramente en la

, ella a

ra Wa

sonrisa amplia y depredadora. Sus ojos, sin embargo, est

lado, su agarre en

ró, su voz teñida de molestia. "L

a sonrisa amarga jugando en mis labios. "¿O

Bárbara, que ahora se dirigía

", dijo Gael, su voz t

a del mundo", ronroneó Bárbara, sus ojos nunca apartándose de

enas velado, una puñalada a mi

sus maridos", respondí, mi voz firme, sin traicionar nada de la ag

vaciló, reemplazada

tras, su cuerpo una barrera.

a, su voz goteando malicia. "Todos deberían sa

cuello, el que Gael me había presen

nte dulce. "Casi idéntica a la que Gael me dio para nuestr

o. Gael le había dado el mismo collar, un símbolo de su supues

ento. Abrió la boca para protes

pequeños secretos. Y Carla, querida, tú también deberías. Pregúntale sobre la galería 'privada' que montó para mí, u

que era una sorpresa para mí, un lugar para exhibir mi arte. Otra mentira. Me había mostrado una

arecía horrorizado, un destello de genuino arrepentimiento en sus ojos. Pero e

abras, alzó la voz, asegurándose de q

Gael?", se burló, sus ojos brillando de triunfo. "¿Una

to de un camarero que pasaba y, con un movimiento rápido y d

tendió sobre la seda azu

tivo recorrió

ficaron, capturando el humillante

ndo de su estupor, rug

se escabulló, sus ojos salvaj

millación. La mancha en mi vestido se sentía como u

, miró de Bárbara a mí, su ro

urró, alcanzándome. "Déjame l

Era todo. Las mentiras, la tr

y no vi al hombre que había amad

a de shock, piedad y diversión apenas velada. Toda la es

e invadió, una sensació

do de huir, de desaparecer, de s

o haría.

e, aunque fuera lo

ta noche, no solo como el triunfo de Bár

der, un chillido repentino

gaba precariamente sobre el salón de bai

salón, seguido por el aterrad

ico es

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