Hasta que la muerte nos separe, de verdad
ista de An
violento temblor que me sacudió de la cabeza a los pies. Jadeé, un sonido doloroso y sibilante, tratando de asp
de Agustín, frenética y distante, cort
u tono teñido de una
po se sentía como plomo, pesado e insensible, atrapado en el abrazo sofocante de l
rostro surcado de lágrimas y suci
o puedo moverme! -se lamentó, su voz sorprende
on hacia mí, un destello de triun
a búsqueda desesperada de mí. Luego, con un suspiro de resignación, levantó a Cristina en brazos, llevándola como a una novia frágil. Miró por encima del hombro, sus ojos
contra mis costillas. Era un mensaje de
mis labios, un sonido seco y áspero que se convirtió en una tos cortante. Mi estómago era un nudo de f
e, una broma cruel. Quería que me quedara aquí, en este caos sofocante, mientras él jugaba al héroe con su perfecta
aber estado lleno de alegría, pasó ante mis ojos. Le había planeado un viaje sorpresa, una escapada romántica a San Miguel de Allende, un l
no se fue directo al buzón de voz. Las horas se extendieron hasta la eternidad. El vino que había enfriado para nuestro brindis de celebración se c
ctados en sangre. Y entonces la vi. Cristina, su mano descansando íntimamente en su brazo, su cabello revuelto, su
ostro. Me vio entonces, su risa muriendo en sus labios, reemplazada por una mirada de horror atónito. Cristi
. Oí su voz, un susurro sedoso desde el taxi: "Nos vemos mañana
barato de rosas de tienda
s despierta? Feliz
iado brillante,
an del mismo tono fucsi
? -mi voz era apenas un
ió, luego t
urgió un gran negoci
a sus brazos, pero retroced
sa amarga brotando-. ¿O estabas
ya no podía contener. Le arrojé los boletos, los vi revolote
egistrándose. Miró los boletos, luego a mí, su mentira
puedo ex
? -chillé, el dolor cru
elaborado, un regalo de mi madre, y lo arrojé contra la pared.
me por qué me sigues traicionando! ¡Explícame po
ndono, el recuerdo del cuerpo sin vida de mi madre, todo surgió a la superficie, abrumándome. Me acu
nces, envolviendo mis temblo
mas, su propio cuerpo temblando-. La voy a dejar. Te lo juro.
a que fui una cáscara vacía. Llamó a Cristina desde mi teléfono, conmigo escuchando, y te
me aferré a la misma persona que me estaba destruyendo. Era una ni
tiéndose en algo oscuro y canceroso, tanto literal como figurativamente. Y ahora, me había dejado de nuevo.
. Mi estómago todavía ardía, pero el dolor era un zumbido distante en comparación con la claridad helada de mi propósito. No me quedaría. Ni por él. Ni