La Reina Invisible: La Caída De Moretti
Vitiel
me de
rasposa, como si per
na. Acabo de contarle todo. Cada detalle sórdido. El ataque de
voz tiembla levemente-. Óliver t
ovimiento brusco, me arranco la ví
iente y oscura, goteando sobre las inmaculadas sábanas bl
ta de lo que ha hecho,
ue tengo razón. Sabe que si me quedo, moriré. Ya sea de pen
bajo -dice Marco, bajand
engo e
u
ro prohibido, pero jugábamos juntos en los veranos neutrales. Siempre fue silencio
s? ¿P
itabas un santuario. No dudó
ha traído. Jeans. Una sudadera negra que me traga. Nada de v
vicio. El zumbido del metal de
ara, gélido y cortante, cuando
í e
la luna. Es más alto de lo que recuerdo. Sus hombros son anchos, su postura es relajada
sino evaluando los daños. Nota la palidez, el vacío en mi mirada. No dice n
abre la pu
oz es grave, profunda. Una promes
camino hac
las puertas automáticas de la entrada p
er s
enenosa, caminando con dificultad, haciend
a cabeza como si sintiera
vés de la distancia, entre las so
iempo se detiene. El
por algo visceral, como si su instinto le gritara
s piernas ceden, doblando las rodillas
seco. Mira a Na
acila
racción de se
sité para comprender
ella, dándome la espalda. Eligiendo,
che de Luis y ci
nos -
es definitivo. Se sube al asiento
hospital, alejándose de la ciu
sigue ahí. Una banda de oro simple que sign
l debajo se siente
golpea mi cara, secando mis lá
rretera. No oigo cuando golpea el asfal
jos se encuentran con los míos. No hay juici
ice-. Nadie sabe que existe. Tendr
es de la ciudad de Óliver se desvanecen en la distancia,
Es una sonrisa peligros
uego... luego dejamo
o los
s, Ó
Laura M
esposa. Es una reina sin corona, y voy