La luna que le faltaba al rey
e había puesto en sus manos. Mis dedos se cri
y los guerreros
ó un poco
n ese silencio: la suciedad debajo de las uñas, las noches sin sueño en el suelo de la
o, empezó a
ración de mi esternón que subió a mi garganta y me
lo su piel, sino
tió, lo supe. Y aun así, se q
un murmullo-. Vamo
acia el lado del bosque que pertenecía a mi mana
n personas,
carraspeó
n creo que es... su marca. Su olo
temblorosos. El mayor, en cambio, me miró con una mezcla de r
íos. No necesitaba. Su manada ya
sto -dijo, sin
a sent
s manos y me levantó como quien alza algo que a
rió con una capa gruesa. La tela cayó hasta mis
io -dijo Kael a los su
respondiero
ío. Olía a grasa rancia, a cuero húmedo. A las manos de él. A la cocina donde había apr
aba, su brazo me sostenía sin apretar. El zarpazo del dolor en el antebrazo iba y venía, pero otra cosa
pronto-. Pero si quieres deci
que alguien me creyera a la primera -"No fui y
rtante dejarlo claro. Aunque me temblar
que no era risa n
ertes también
o lejos. Eran luces domésticas, cálidas
corriendo y se perd
Kael señalando una marca en la pi
ltura, eso lo
nes por
n soy. Y porque tú eres quien eres, a
or eso. Pero también, por primera vez, no traté de co
zam
recer una tonta supersticiosa. Una mujer salió d
la, el equipo es
olía, pensé que olerlo tan cerca era peligroso. Po
me metieran a la cabaña-
dió. Que todos mir
mbló.
otiquín me tocó con manos seguras. Cuando vio los moretones en las co
ció-. Te va a marear un poco. No te due
ección. Kael se quedó a mi
alvaste? -preg
, al olerte, supe que llevab
s de que me sumiera en la oscuridad,
Mañana al amanecer.
r? -pregun
nada y a
encio
uiere de vuelt
me
cho sobre lo que nunca fue su
ro de mí. Y yo, por primera vez
uri