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La mentira que borró mi vida

Capítulo 4 

Palabras:2073    |    Actualizado en: 17/11/2025

ista de Br

descartó como teatro. El hombre que una vez me tomó de la mano en cada resfriado y estornudo ahora amenazaba con alimentarme a la fue

mián. Si así es como quieres recordarme. -Me llevé la cremosa sopa a la boca, masticando lenta y deliberadamente, el sabor del océano una amarga ironía en mi lengua. Casa

da. Una picazón ardiente se extendió por mi cuerpo, y mi visión se nubló. Intenté ponerme de pie, pero mis piernas cedieron. Caí de nuevo en la cama,

é le está pasando? -chilló, su voz teñida de mi

mi cuerpo convulsionando, mi piel estallando en ronchas rojas y furiosas. -¡Enfermer

éticos. Entraba y salía de la conciencia, el mundo un desastre borroso y lleno de dolor. Escuché fragmentos de conversació

bargo, había vuelto, su habitual aire de suficiencia, aunque un ligero temblor en su mano delataba su pánico anterior. -Realm

erpo dolía, pero mi mente estaba más clara, más aguda que nunca. Había presencia

lado de su continua generosidad hacia mí. Se celebró en su gran comedor, un espacio cavernoso lleno del tintineo de la pla

olo de transformación, de superación de la adversidad. -Sonrió, una sonrisa felina en sus labios-. Algunos dicen que los pájaros negros son malos presagios, pero yo digo que representan la capacidad de mudar la piel vie

una marioneta, obligada a bailar a su retorcida melodía. Los invitados intercambiaron mir

cupación-. Te ves un poco... pálida. Quizás deberías comer más. Este confit

ente de los ojos sobre mí. Esta era su arena, su esc

con aspecto desaliñado, angustiado, llorando en público. Fotos alteradas digitalmente para que pareciera que estaba gritando a transeúntes inoce

convirtieron en murmullos, y luego en una condena abierta. "Real

n esas imágenes allí! Mis disculpas, a todos. Parece que alguien ha hackeado mi cuenta privada en la nube. Solo las guardo

ía, el dominio de su familia, para humillarme, para cimentar mi imagen como la ex l

upación condescendiente. Hizo un espectáculo de consolar a Casandra, acar

levanté, lenta y deliberadamente, mis ojos fijos en Casandra. -¿Llamas a esto documentación, Casandra? -pregunté, mi

rraron. -¿De qué estás hablan

pués de que has permitido que esta víbora asesine a mi perro y mienta sobre mi bebé? -Mi voz se elevó, cortando los susurros apa

ncio, Brisa! ¡Estás haciendo una escena!

su mirada furiosa, sin inmutarme-. ¿Quieres una

pero no caí. Mis ojos se encontraron con los suyos, ardiendo con una furia que reflejaba la suya. -Llév

a puerta oculta. Mientras me llevaban, encontré la mirada triu

té, mi voz resonando en el opulento

cerró de golpe, sumergiéndome en una oscuridad sofocante. Me dejé caer al suelo, mi cuerpo dolorido, mi espíritu ardiendo. Me

una pequeña ranura, las raciones de agua eran escasas. Usé el tiempo para planificar, p

na ama de llaves, la señora Gámez, se asomó, sus ojos llenos de simpatía. -Señorita Ménde

ta. La mujer que me despreciaba. Un extraño e inesperado momento de gracia de la fuente más impr

onido ligero y despreocupado que me revolvió las entrañas. Parecía completamente contento, completamente ajeno al dolor que había causado, a la mujer que había

zumbaba con notificaciones. Sitios de chismes, informes de noticias, hilos de redes sociales, todos ardiendo con el "colapso d

miento. -Brisa, lo siento mucho. La junta... han decidid

o. Pero sin nada que perder, llegó una libertad aterradora. Una re

is labios. Recordé que dijo que resentía estar atado a mi familia debido a la muerte de

odeada de sus amigas de la alta sociedad, disfrutando del brillo de su felicidad fabricada. Caminé direc

do sorpresa-. ¿Todavía merodeando? ¿No recib

njas ser una víctima, mientras orquestas mi destrucción? ¿El que dice que us

cerraron. -¿De qu

ío y duro-. Escuché a Damián decirle a su padre sobre su 'expiación'. Y tú, Casan

hizo? Eran responsabilidades, Brisa. Siempre lo fueron. Tus patéticos padres

scendió. No pensé, solo actué. Mi mano salió disparada, no en una bofetada, sino en un puñetazo, conectando directame

is padres -gruñí, mi voz baja

Perra! -chilló, abalanzándose sobre mí, con las u

to no era una pelea; era una erupción de cinco años de rabia, dolor y traici

ojos muy abiertos con un terror teatral. Cayó, dramáticamente, por la escalera de mármol, su cue

r mi mejilla, mis puños apretados. Sabía lo que estaba haciendo

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