La mentira que borró mi vida
ista de Br
descartó como teatro. El hombre que una vez me tomó de la mano en cada resfriado y estornudo ahora amenazaba con alimentarme a la fue
mián. Si así es como quieres recordarme. -Me llevé la cremosa sopa a la boca, masticando lenta y deliberadamente, el sabor del océano una amarga ironía en mi lengua. Casa
da. Una picazón ardiente se extendió por mi cuerpo, y mi visión se nubló. Intenté ponerme de pie, pero mis piernas cedieron. Caí de nuevo en la cama,
é le está pasando? -chilló, su voz teñida de mi
mi cuerpo convulsionando, mi piel estallando en ronchas rojas y furiosas. -¡Enfermer
éticos. Entraba y salía de la conciencia, el mundo un desastre borroso y lleno de dolor. Escuché fragmentos de conversació
bargo, había vuelto, su habitual aire de suficiencia, aunque un ligero temblor en su mano delataba su pánico anterior. -Realm
erpo dolía, pero mi mente estaba más clara, más aguda que nunca. Había presencia
lado de su continua generosidad hacia mí. Se celebró en su gran comedor, un espacio cavernoso lleno del tintineo de la pla
olo de transformación, de superación de la adversidad. -Sonrió, una sonrisa felina en sus labios-. Algunos dicen que los pájaros negros son malos presagios, pero yo digo que representan la capacidad de mudar la piel vie
una marioneta, obligada a bailar a su retorcida melodía. Los invitados intercambiaron mir
cupación-. Te ves un poco... pálida. Quizás deberías comer más. Este confit
ente de los ojos sobre mí. Esta era su arena, su esc
con aspecto desaliñado, angustiado, llorando en público. Fotos alteradas digitalmente para que pareciera que estaba gritando a transeúntes inoce
convirtieron en murmullos, y luego en una condena abierta. "Real
n esas imágenes allí! Mis disculpas, a todos. Parece que alguien ha hackeado mi cuenta privada en la nube. Solo las guardo
ía, el dominio de su familia, para humillarme, para cimentar mi imagen como la ex l
upación condescendiente. Hizo un espectáculo de consolar a Casandra, acar
levanté, lenta y deliberadamente, mis ojos fijos en Casandra. -¿Llamas a esto documentación, Casandra? -pregunté, mi
rraron. -¿De qué estás hablan
pués de que has permitido que esta víbora asesine a mi perro y mienta sobre mi bebé? -Mi voz se elevó, cortando los susurros apa
ncio, Brisa! ¡Estás haciendo una escena!
su mirada furiosa, sin inmutarme-. ¿Quieres una
pero no caí. Mis ojos se encontraron con los suyos, ardiendo con una furia que reflejaba la suya. -Llév
a puerta oculta. Mientras me llevaban, encontré la mirada triu
té, mi voz resonando en el opulento
cerró de golpe, sumergiéndome en una oscuridad sofocante. Me dejé caer al suelo, mi cuerpo dolorido, mi espíritu ardiendo. Me
una pequeña ranura, las raciones de agua eran escasas. Usé el tiempo para planificar, p
na ama de llaves, la señora Gámez, se asomó, sus ojos llenos de simpatía. -Señorita Ménde
ta. La mujer que me despreciaba. Un extraño e inesperado momento de gracia de la fuente más impr
onido ligero y despreocupado que me revolvió las entrañas. Parecía completamente contento, completamente ajeno al dolor que había causado, a la mujer que había
zumbaba con notificaciones. Sitios de chismes, informes de noticias, hilos de redes sociales, todos ardiendo con el "colapso d
miento. -Brisa, lo siento mucho. La junta... han decidid
o. Pero sin nada que perder, llegó una libertad aterradora. Una re
is labios. Recordé que dijo que resentía estar atado a mi familia debido a la muerte de
odeada de sus amigas de la alta sociedad, disfrutando del brillo de su felicidad fabricada. Caminé direc
do sorpresa-. ¿Todavía merodeando? ¿No recib
njas ser una víctima, mientras orquestas mi destrucción? ¿El que dice que us
cerraron. -¿De qu
ío y duro-. Escuché a Damián decirle a su padre sobre su 'expiación'. Y tú, Casan
hizo? Eran responsabilidades, Brisa. Siempre lo fueron. Tus patéticos padres
scendió. No pensé, solo actué. Mi mano salió disparada, no en una bofetada, sino en un puñetazo, conectando directame
is padres -gruñí, mi voz baja
Perra! -chilló, abalanzándose sobre mí, con las u
to no era una pelea; era una erupción de cinco años de rabia, dolor y traici
ojos muy abiertos con un terror teatral. Cayó, dramáticamente, por la escalera de mármol, su cue
r mi mejilla, mis puños apretados. Sabía lo que estaba haciendo