La redención de la viuda billonaria
ÍA
en la repentina quietud de mi mente. Una tapadera. Iban a robar mi vida, mi nombre, para un hij
ron en un tormento físico. Las lágrimas corrían por mi cara, calientes y silenciosas. A través de la bruma, vi u
ijo que le gustaba, solo para que él se diera la vuelta, culpando a un dolor de cabeza. Había iniciado el contacto inn
para Valeria, estaba más que list
ya estaban allí. Él estaba colocando un trozo de melón en el plato de e
-dijo Mateo, su sonris
o descansaba en el muslo de ella, su pulg
na. Me senté, la silla raspando ru
un destello de molest
sa a
da, llevándose la mano a la boca. Salió disparada de
era ir hacia ella, pero me miró a los ojos y se congeló. Su mirada iba y
o. Seguía mirando hacia el tocador, su preocup
pálida y temblorosa, Mat
ivado, que estaba de pie nerviosamente junto a la puerta
vorito. Él lo sabía. No se trataba de la comida; se tra
desvaneció. Ap
agarrando mi muñeca. Su agarre
engo
he. Hasta Chipinque. El aire fresco le hará bien a Valeria. -No esperó mi respuesta, volviéndose hacia la criada-. Mart
refería hasta la marca específica de galletas que comía. Yo era una
una pequeña almohada de seda rosa estaba metida contra el reposacabezas. De Valeria. Recordé haberle p
n santuario, p
nudo en mi
o te sientas adelant
Pasé todo el viaje en la parte de atrás, observándolos en el espejo retr
gos que se encontraron con nosotros allí, pero sus ojos se desviaban constantemente hacia
revuelve el es
si se hubiera quemado. Rápidamente se volvió ha
de jugo. Sé que te en
años que no podía beber jugo de arándano. No desde
bía. O no l
ció un plato
tu fa
Valeria le encantan los camar
púrpura oscuro y amoratado. El viento se lev
e, mi voz tensa-. La c
quejó Valeria, apretando más su m
ateo, su tono no dejaba luga
desafiándome a discuti
overse. Un estruendo bajo se convirtió en un rugido, y u
se de pie de un salto, pero mi tobillo se torció en
, extendiendo l
a Valeria en sus brazos y corrió hacia la fila
ación la mujer en sus brazos. La sensación de
s de que mi pie resbalara de nuevo. Esta vez, no había nada que me detuviera. C
so aplastante de mi propio cuer
e hospital. Mateo estaba sentado a mi
uavemente-. Es
rganta estaba en carne viv
tas y una fuerte conmoción cerebral. Valeria... la cara de Valeria quedó bastante cortada por algun
miró, sus oj
a. De tu pierna. Dijeron qu