La Princesa de la Mafia: Escapando de Su Mentira Mortal
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tiempo, mi esposo Julián ha sido mi roca, mi todo. Nuestra última esperanza era un hígado del
al, lo escuché prometerle es
a madre de
a pieza de reemplazo. En la grabación oculta de una cámara de seguridad, lo vi en el penthouse de mis p
antes que había comprado para mi cu
oí susurrar: "Solo un poco má
onando. Estaba intentan
ra de hielo y desprecio en mi pecho. El hombre de cuya devoción n
anillo de bodas y los papeles de divorcio firmados sobre la mesa de
ítu
lina
n la enfermedad acaba de prometerle mi ún
o tenía nada que ver con la temperatura de la habitación. Se había instalado en lo más profundo de mis huesos. Ya no e
z de mi esposo, era un
edan tres meses, quizá más. La madre de Eva no tien
ro. El hígado del mercado negro, el que se consiguió gracias a u
a madre de
án había sido mi roca. Me había sujetado el cabello mientras vomitaba, me había dado caldo con una cuchara cuando no podía retene
a voz de mujer, suave y empalag
a calmó Julián. "M
precisión nauseabunda. Mi enfermedad había comenzado hace tres años. Su avent
nido débil y metálico de la voz d
ándo viene
a. Papi tiene un
ra perfecta de preocupación. Era la imagen de un Capo en ascenso en
n y se inclinó par
te si
o un hogar, ahora se sentía como una m
ota
o", dijo, acariciándome el
mesita de noche. Un de
pleaños. Una broma cruel y sentimental. Ignoré los mensajes y fui directamente a su re
del teléfono. Su coche no estaba en su oficin
do en el penthou
rón, una vez gobernó. Un lugar que Julián me había prohibido visitar desde sus mu
de seguridad, la que había instalado en mi teléfono hacía años,
da y, con ella, mi m
oscuro sobre la rodilla. Allí estaba Eva, entregándole un tazón de crema de almeja. Una es
a. De ella, sacó el delicado collar de diamantes, una pieza de edici
alrededor del
r que me quedaba por él no solo se marchitó y murió. Se calcific
ropio teléfono. Marqué el
contestó al p
? ¿Qué
sí misma, pero las palab
rse". Hice una pausa, con los ojos fijos en la pantalla, viéndolo bes