El amante que se convirtió en mi asesino
"Nata" R
is nudillos en un gesto que una vez fue reconfortante pe
rtamente fingida-. Debería haber estado prestando más atención. He
dio un suave b
rizada. No te preoc
iento calculado en su juego retorcido. Me quería rota, dependiente y agradecida por su salvación
ca abandonada y familiar en las afueras de la ciudad, un lugar q
peado que ni su propia madre lo habría reconocido. Apenas e
do. Nunca lo había visto en mi vida. Era solo
miento en él, solo una confusión aturdida. Luego su mirada se desvió hac
ilo de sangre corriendo por la comisur
rada únicamente en mí. Se agachó, obl
os, Natalia. La esc
el hombre, su voz baja
mujer. La hiciste sangrar.
de su chaqueta. El hombre en la silla comenz
rdad, Garza! ¡Dile qu
ahogado cuando Alejandro le clavó el cuchillo en la garg
mí, con una sonrisa enfermizamente gentil en su rostro. Tenía salpicadura
de presentarme un regalo. Limpió el cuchillo ensangrentado
una orden tranquila-. Hazle paga
una locura. Esto era una actuación, un espectáculo enfermo y sangriento
ando la hoja profundamente en el pecho del hombre moribundo. Una vez. Dos veces. El
el hombre q
ontra su pecho mientras el sol comenzaba a ponerse, proyecta
i sien-. Somos mejores cuando estamos juntos. No vuelvas a i
pulgares limpiaron suavemente las lágrimas que ni s
. Mientras seas una niña buena y te quedes a mi lado
que se usa con una mascota, no con una pareja. Los ocho años que habíamos pasado construyendo un imp
que había visto en mi vida. Dejó que una mano bajara de mi ros
preguntó, su voz suave-. Esper
nta realidad de la última hora, que retrocedí físicamente. Me tambaleé hacia
lo del
ba que este... este grotesco desplieg
eé, mi voz apenas un susurro-. Tod
-dije, abrazándome a mí
e novio amoroso volviend
amor. Vamos a casa
ba de reojo, una pequeña sonrisa jugando en sus labios. Cuando
mente a los ojos-. Un desastre que nece
an en mi mejilla. Frunció el ceño ligeramente pero no insistió. Mientras s
saje d
jandro. Te extrañ
etera, cubierta de la sangre de
beza. Las luces de la ciudad se difuminaban a mi alrededor. Cada paso era un testimonio de mi estupidez. Cada
edificio, me dolían las piernas y tenía el alma entumeci
rrecta, un dolor agudo explotó en
egro por tercera vez
lo siendo afilado. Ras. Ras. Ras. El sonido r
erente. Más lúgubre, más
silla, estaba Sofía. Su rostro estaba páli
contra su pulgar. Javier González. El jefe del cártel rival de los González. Un hombre cuyo
r el precio de una. -Sonrió con suficiencia, una cosa cruel y fea-. Garza ha sido una verdadera espina en mi c
hacia mí. Su mirada bajó a nuestros vientres. Una so
tado ocupado. -Se rió entre dientes, un sonido bajo y
o en la penumbra. Cortó sus ataduras. E
iendo por su rostro perfecto-. Por fav
lez s
dió la mano y rasgó el frente de su vesti
errando las cuerdas que ataban mis muñecas contra un trozo de metal afilado que
mblorosa, pero con un trasfondo de algo
tó-. ¡Tienes a
a pausa, volvién
¡Solo soy una estudiante! ¡Ella es Natalia Ríos, la jefa de operaciones de Alejandro! ¡Su
ero me quedé paralizada, mirando a la chica que Alejandro c
ro se llevó la semana pasada? ¡Ella fue la que dio la orden! ¡Los oí hablar de
l estudiante de arte era una víbora. Una mentirosa. Y acababa
ió, sus ojos se volvieron hacia mí
o? -gruñó, ava
no era una distracción. Era un arma. Y había