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Ochenta y ocho traiciones, una fuga

Capítulo 3 

Palabras:1242    |    Actualizado en: 30/09/2025

vista d

te y reluciente dominaba la plaza central. Adornos horteras y de gran tamaño co

irando de él hacia el árbol. Me metió su celular en

ió, su brazo instintivamente envolviendo su cintura, acercándola más. Par

avés de la pantalla, los vi, un retrato de mi propio infi

n terrible cruji

entes -un copo de nieve masivo y ridículo- soltarse de su cable. Se balanceó

dió en cá

s ojos de Arturo abrirse de par en par. Y l

su cuerpo protegiéndola, su única p

uiera

ra moverse, ni siquiera para gritar. El mundo explotó en una lluvia de plástico, b

mármol con un crujido nauseabundo. Lo último que vi antes de que la oscuridad me tragara fue a Arturo, ar

loraba por el dolor. Lloraba porque en esa fracción de segundo, tuve mi res

e una sirena. Me desperté brevemente en la parte trasera de una am

de inmediato, conmoción cerebral severa y u

rdenes del señor De la Torre. Su hermana se asustó por el

en una ambulancia, gravemente herida, pero no podía conseguir una habitaci

monstruo que me arañaba desde

la cortina alrededor de mi cama ofrecía poca privacidad. Un dolor sordo y pu

y enfermeras iban y venía

su traje caro ligeramente arrugado. Corrió a

, ¿estás bien? -preguntó,

oy bien -dije,

audia. Estaba en shock. Los médicos

n trozo de plástico de cien kilos, pero ella era la que lo necesitab

la propia Claudia. Se veía perfectamente bien, sus m

, su voz goteando falsa simpa

r rico y tentador. Era mi favorita. También contenía mariscos, a los que yo er

mi alergia una vez, hace años, después de un susto en un restaurante. M

quier

ro perfecto. -Oh, Ximena. ¿No te gusta? Hice q

pre su defensor. Cogió la cuchara-. Anda, Xime

s suplicaban. Pensó que esto era un gesto romántico, una señal d

, girando

, su voz endureciéndose-. Claudia

s fuerza. No tuve otra opción. Abrí la boca y dejé que e

e. El pánico se apoderó de mí. Jadeé en busca de aire, apartando el tazón. Salió voland

de cerámica voló y ro

mo si la hubieran apuñalado. Una dimi

minúsculo corte con frenética preocupación. Luego se volvió hacia mí, su rostro una nube de furia. Sus ojo

ugió, su voz resonando en la silenci

ta cerrándose, mi piel brotando en ronchas r

audia, escondiéndose detrás de él-. No

do gravemente! -bramó. Me señaló c

había ido. Todo lo que podía hacer era negar con la cabeza

gritó de nuevo, su vo

niendo una reacción alérgica severa, y él me estaba gritando que me disculpara p

zas, logré graznar una so

insoportable. Puntos negros danzaban en mi visión. Lo último que escuché antes de desmayarme fue l

-

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