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Su corazón, mi traición suprema

Capítulo 4 

Palabras:1558    |    Actualizado en: 29/09/2025

vista de

ado hasta quedarme dormida, acurrucada en el borde más alejado de la cama king-size, lo más lejos posibl

trozos pequeños y manejables, de la misma manera que solía hacerlo por mí cuando estuve enferma de

entré, su rostro una más

-preguntó, su tono

me volví h

on la barbilla el brazo que había estado agarrando tan dramáticamente la noche anterior,

stro antes de que lo reemplazara

ébilmente-, pero no qu

ó una mirada

lpate,

. ¿Por acorralarme después de que me encerraste en una habitación

. Miró a Julieta, una

on de lágrimas, una actuación

bas, que yo solo estaba aquí para ayudar con el bebé. Debió haber entendido mal. -Bajó la vista a su regaz

y tomó la de ella-. No vas a ninguna parte. No eres una carga. -Luego vo

-insistí, mi voz eleván

tenido un don para el drama, Gema. Era encantador, al principio. Pero esto... esto es p

antes había hablado de mis orígenes, pero ahora lo estaba usando como un arma, recordándome mi

rga escapó d

? ¿Por usarme? ¿Por planear descuarti

con la mano. Los cubiertos tintinearon

ente figura proyectando

rtunidad para salvar esto. D

estello de triunfo en sus ojos. Vi todo mi futuro en ese momento: una vida siendo manipulada, menospreciada y a

poderó de mí. La calma

mi voz baja

se entr

starás a mi lado y sonreirás a las cámaras. Actuarás el papel de la esposa devota y feliz. Y si te atrev

me, para exhibirme como su posesión m

-desafié, con la

algo cruel y

l embarazo. Le diré que te has vuelto violenta y que, por su propia seguridad, no puede verte hast

lo sabía. Lo usaría para contr

ientre que se sentía como un campo de batalla. Elías era el esposo perfecto en público, su mano siempre en la parte baja d

Parece que está

palda. Me estás

qué estás aquí

ro. Le tocó el brazo, se inclinó para escucharla susurrar, sus ojos brillando con una vida y calidez que ya nunca

que me casé. Quizás es

me acorraló en la

a de calidez. No era un cumplido; era la evaluación

en el suelo, sintiéndome tan rota como los pe

nido de profun

ema. Estos celos... e

is ojos ardiendo con

es a quien siempre has amado. Dicen que solo estaba calentando tu cama hasta que ella

a para hablar, pero no salieron palabras. No podía

ncio, tuve m

rriendo la gran escalera hacia nuestro dormitorio, los diamantes prestados sintiéndose como piedras q

e días. Ahora. Esta noche.

a cama, mi cuerpo temblando de agotamiento y estrés. El bebé. Tenía que pensar

rta del dormitorio se abrió.

azón saltando a mi gar

sus manos cálidas y familiares tomando las mías-. Dijo que no te sentías bi

sonrisa, pero mis

n, papá. S

su mirada escru

¿Te está tratando bien? Sé que al principio dudé de él, un hombr

Elías apareció en el umbral, una

as venir. Pensé que tu presencia podría

e, un gesto posesivo y teatr

o, su voz suave como la seda-. El emb

azo por los homb

equeo, Gerardo. Tu salud es nuestra máxima

lamada telefónica. El martes era en nueve días. Era e

ajeno a to

illoso, hijo. Gracias

n con los míos por encima del hombro de mi padre, eran fríos y duros como diamantes, ll

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