Su corazón, mi traición suprema
o Elías O'Donnell era solo un parche. Nunca les creí. Él era el hombre que retrasaría una junta multimillona
ada, lo escuché hablando por teléfono
nica forma de acercarme a
, me encerraron en la habitación de pánico para desatar mis miedos más profundos. Luego, durante una c
fue por mí, sino para mantener a mi padre emocionalmente estable y que la "
a complicación de la que, por s
nesperado en el cirujano de mi padre, un
habitación
tras todos estén distraídos, los
ítu
vista de
nio era un parche, un arreglo temporal hasta que regresara el ver
tojaba su risotto de trufa, ese que había aprendido a preparar solo para mí. No lo veían en nuestra cocina, con las mangas de su tra
, su voz un estruendo grave contra
a mi padre, Gerardo Barnett, después de que una cirugía complicada casi me lo arrebatara. Elías se había sentado a mi lado en la es
stro vínculo se sintió absoluto, forjado en algo mucho más pro
ubes de golf sobre el regreso de Julieta Durán -la brillante científica, su amor de la infancia, la
osa y estúpida creenci
as rosas se solidificaban en un positivo claro e innegable. Una ola de euforia me invadió, tan potente que me hizo dar vueltas la cabeza
decírsel
roble ligeramente entreabierta. Podía oír su voz, suave y segura, y me detuve, qu
uerta no era la que yo conocía. Era tierna, sí, pe
lieta. Gerardo confí
ación. Julieta. Estab
conspirador-, usaremos su tejido hepático único para
sentido. Eran piezas de rompecabezas de dos cajas diferentes, violentas y equivocadas al encajarlas. Pe
tro de Julieta Durán, etéreo y frágil, incluso a través de la videollamada pixelada. Y Elías le estaba
caricia-. Casarme con Gema era la única form
s. Cayó con estrépito contra el suelo de mármol, el sonido
lo se agrietó.
forma en que me abrazaba después de
ra de cinco años, meti
alma, colgada en esas paredes blancas e inmaculadas. Elías había surgido del humo y el caos como un ángel guardián, sacándome de la estructu
o allí de nuevo. Pagó por el interminable desfile de especialistas, los tratamie
que crió a la mujer que amo -había jurado, s
e era sinónimo de poder y riqueza. Éramos de universos diferentes. Pero él había sido tan persistente, tan gentil, tan absolutamente convincente. Su apoyo inquebrantable
cosecharlo como si fuera un cultivo. Yo no era su espos
ero lo ahogué, llevándome la mano a la boca. No podía de
etada fuera de su estudio. El mármol frío se filtró a través de mi ropa, una c
den única y afilada que atravesaba la nieb
bancarias, las notificaciones de redes sociales, los escombros de una vida que ya no existía. Abrí mi
, no serían mucho, pero tenían que ser suficientes. Una pequeña cabaña, un terreno dond
s. Tenía
a pequeña y rústica cabaña en dos hectáreas, con energía solar y pozo de agua. El anuncio
n correo de con
mi padre, mi pulgar flotando sobre el botón de llamada. Tenía que c
en? -Su voz cálida y familiar
on mucha atención. Prepara una maleta. Solo lo más importante.
á pasando? Me e
mí. Te explicaré todo más tarde
sobre mí. El aroma de una colonia cara y de una ambición
na expresión extraña e indescifrable en su rostr
ema? -preguntó, su vo
salto, metiendo mi te
martilleaba tan fuerte que pensé que podría ro
recogió la prueba de embarazo. La miró por un largo momento, su expresión c
n en esa sonrisa familiar y gentil. Pero
da. Extendió la mano, su palma aterrizando suavemente en mi vient
ía como una ma
ba de darme cuenta de que la puer