La cochera guardaba sus secretos
ista de Al
ubir, di un paseo casual por el primer piso, mi corazón latiendo con fuerza cuando revisé el panel de las cámaras de seguridad junto a la puerta trasera. Como
llevándosela rápidamente a la cochera. A través de la rendija de la puerta antes de que la cerrara, alcancé a ver una caja. No era equipo de música
azo, aplicándole pomada. Adrián ni siquiera lo miró. Estaba a un millón de kilómetros de
a lámpara de mi buró, habló, su voz sob
s pensando en
hacia él.
l div
n, que se sintió como una transacción comercial. No pr
qué, mi voz pel
cipio? ¿Casarse con la mujer estable con la casa bonita, establecer residencia, luego
primero -dijo
n codo para mirarlo-. Porque si no eres feliz, puedes irte. Puedes salir por e
un largo momento antes de soltar un profundo su
dije a su espalda, las palabras sabiendo a veneno. No pude
una noche? -espetó, su voz ahogada por l
ado. Pensé en lo diferentes que podían ser las personas en un matrimonio, queriendo cosas completamente distintas. Yo quería un compañn cámara lenta. Pero me sentía atrapada, sin un camino claro para
ue que me despertó un leve sonido de raspado. Abrí los ojos. El reloj digital
Se había escabullido de la cama, pensando que yo
nía que ver lo que estaba h
illas y escuchar en la puerta. Pero mi cuerpo se detuvo en seco.
ajo. Mi coraz
a. La otra esposa estaba unida a una cadena gruesa y pes
viendo. Era imposible. Esta era mi cama. Mi habitación. Mi
metal se clavó en mi muñeca, frío e implacable. Estaba atrapada. Me había encerrado. Me había
a prisionera. Era un personaje de esas películas de terror, la mujer encadena
ido de las tablas del suelo e
billa, arreglando la cadena para que quedara oculta bajo las mantas. Me giré de lado, de espaldas a su lado
Era más grande, más fuerte y, claramente, más despiadado. Tenía que ser
metió. No moví ni un músculo. Lo sentí desbloquear con cuidado y pericia la esposa de mi muñeca. Hubo un suave cl
í que me empujaba suavemente el hombro.
quieta. Ni siquiera me
a, una extraña mezcla de olores llegó hasta mí. Estaba el leve y familiar olor de su colonia, pero debajo había algo más. Un perfume barat
í con él? El perfume... ¿era otra mujer? Mi mente se tambaleó con po
bía ido. Permanecí despierta el resto de la noche, mi mente un mar turbulento de miedo
n testimonio de mi noche de insomnio. Me miré en el espejo del
a casa, en esta cama, con este hombre. El tormento psicológico era