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La cochera guardaba sus secretos

La cochera guardaba sus secretos

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1850    |    Actualizado en: 23/09/2025

erritorio prohibido. La llamó su "espacio creativo", pero era mi casa, com

rme a la cama por las noches, encadenándome como a un animal pa

cara y amenazó con quitarme la mitad de mi casa en el divorcio. Er

ran Adrián y su hermano fugitivo, un hombre que había matado a una familia entera en un accide

akes, añadí un ingrediente especial: un laxante potente, suficiente para mandarlo directo a urgencias. Él creí

ítu

ista de Al

o que no podía entrar a nuestra cochera, me

taba parado en el umbral que conectaba la cocina con la cochera, bloqueándome el paso con su cuerpo-.

de la puerta se burlaba de mí. No era solo una cochera. Era parte de mi casa. La casa que compré con la herencia que me dejó mi abuela, hasta el últ

os en un fraccionamiento privado con s

abilidad que había perfeccionado como analista financiera tratando co

N

igeramente. Este no era el músico carismático y de espíritu libre con el que me había casado hacía seis meses. El hombre que me hab

é, mi voz subiendo de ton

Te traeré las tijeras más tarde. Cuando termi

eniéndolo. -¿Más tarde? ¿Cuándo será e

i fuera un milagro, se volvieron fríos. -No me provoques, Alicia. T

oserías. Jamás. Un nudo de hielo se me formó en las entrañ

ó el control, analizando la situación. La confrontación directa había fallado. Escalar la situación probablemente llevaría a una p

a elección deliberada-. Habla conmigo. ¿Qué está pasand

, perdón por haberte gritado. Es solo que... estoy a punto de lograr algo grande. Un sonido completamente nuevo. Es delicado. No p

us ambiciones artísticas como un arma en mi contra. Las gana

o entender. ¿Por qué el cierre repentino? También es mi casa, Adrián. Tengo

do, una microexpresión de algo q

ción. Creativamente. El equipo es sensible. La acústica tiene que ser pe

oyado en el marco. Una postura casual que era todo menos

ahí? -insistí, necesitando escucharlo decirlo de nu

rsuasivo que usaba cuando intentaba ganar una discusión que sabía que estaba perdiendo-

r con la música. ¿Semanas? ¿Para qué? ¿Para instalar unas bocinas y una mez

on esa grosería cruel y despectiva. "Tienes toda la maldita casa".

os. -Mira, lo que dije antes... no lo dije en serio. Sabes que no. A ve

mprendido. Era un papel que interpretaba bi

lo así. Solo construiría sus muros más altos

ábanas, me provocaba una sacudida de ansiedad. El silencio del lado de Adrián en la cama era igual de ruid

su vida en hojas de cálculo, quedé completamente cautivada. Me dijo que yo era su musa, que mi mente estable y lógica anclaba su caótica creatividad. Dijo que admira

creí

ó en mi mente. ¿Me había visto a mí, o había visto mi casa? ¿Mi es

de una docena de veces. Siempre tenía una excusa. Estaba demasiado inmerso en una melodía, su mente estaba en otra parte, no se sentía

irme conectada a él, al hombre con el que creía haberme c

dado una descarga eléctrica. Se apartó de mi conta

o congelada en el aire don

e, de espaldas a mí. -No. Por fa

ión visceral. Y en ese momento, bajo el brillo estéril de la luna q

arme. Era que no quería.

casaste conmigo, Adrián? Si ni siquiera soportas que te toque,

promesa susurrada en la oscuridad de que mejoraría una vez que se sint

. Tengo problemas. Estoy trabajando

su mano temblando ligeramente. No se volvió para mirarme.

ión. Me sentí contaminada, como si mi

do lo que había hecho por él. Pagué todas las cuentas para que pudiera concentrarse en su "arte". Le compré una guitarra nueva en nuestro primer mes de an

dinero, mi corazón. Y a cambio, me dieron una puert

istancia emocional, las mentir

coc

importante para él que su esposa. Más importante q

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