La cochera guardaba sus secretos
erritorio prohibido. La llamó su "espacio creativo", pero era mi casa, com
rme a la cama por las noches, encadenándome como a un animal pa
cara y amenazó con quitarme la mitad de mi casa en el divorcio. Er
ran Adrián y su hermano fugitivo, un hombre que había matado a una familia entera en un accide
akes, añadí un ingrediente especial: un laxante potente, suficiente para mandarlo directo a urgencias. Él creí
ítu
ista de Al
o que no podía entrar a nuestra cochera, me
taba parado en el umbral que conectaba la cocina con la cochera, bloqueándome el paso con su cuerpo-.
de la puerta se burlaba de mí. No era solo una cochera. Era parte de mi casa. La casa que compré con la herencia que me dejó mi abuela, hasta el últ
os en un fraccionamiento privado con s
abilidad que había perfeccionado como analista financiera tratando co
N
igeramente. Este no era el músico carismático y de espíritu libre con el que me había casado hacía seis meses. El hombre que me hab
é, mi voz subiendo de ton
Te traeré las tijeras más tarde. Cuando termi
eniéndolo. -¿Más tarde? ¿Cuándo será e
i fuera un milagro, se volvieron fríos. -No me provoques, Alicia. T
oserías. Jamás. Un nudo de hielo se me formó en las entrañ
ó el control, analizando la situación. La confrontación directa había fallado. Escalar la situación probablemente llevaría a una p
a elección deliberada-. Habla conmigo. ¿Qué está pasand
, perdón por haberte gritado. Es solo que... estoy a punto de lograr algo grande. Un sonido completamente nuevo. Es delicado. No p
us ambiciones artísticas como un arma en mi contra. Las gana
o entender. ¿Por qué el cierre repentino? También es mi casa, Adrián. Tengo
do, una microexpresión de algo q
ción. Creativamente. El equipo es sensible. La acústica tiene que ser pe
oyado en el marco. Una postura casual que era todo menos
ahí? -insistí, necesitando escucharlo decirlo de nu
rsuasivo que usaba cuando intentaba ganar una discusión que sabía que estaba perdiendo-
r con la música. ¿Semanas? ¿Para qué? ¿Para instalar unas bocinas y una mez
on esa grosería cruel y despectiva. "Tienes toda la maldita casa".
os. -Mira, lo que dije antes... no lo dije en serio. Sabes que no. A ve
mprendido. Era un papel que interpretaba bi
lo así. Solo construiría sus muros más altos
ábanas, me provocaba una sacudida de ansiedad. El silencio del lado de Adrián en la cama era igual de ruid
su vida en hojas de cálculo, quedé completamente cautivada. Me dijo que yo era su musa, que mi mente estable y lógica anclaba su caótica creatividad. Dijo que admira
creí
ó en mi mente. ¿Me había visto a mí, o había visto mi casa? ¿Mi es
de una docena de veces. Siempre tenía una excusa. Estaba demasiado inmerso en una melodía, su mente estaba en otra parte, no se sentía
irme conectada a él, al hombre con el que creía haberme c
dado una descarga eléctrica. Se apartó de mi conta
o congelada en el aire don
e, de espaldas a mí. -No. Por fa
ión visceral. Y en ese momento, bajo el brillo estéril de la luna q
arme. Era que no quería.
casaste conmigo, Adrián? Si ni siquiera soportas que te toque,
promesa susurrada en la oscuridad de que mejoraría una vez que se sint
. Tengo problemas. Estoy trabajando
su mano temblando ligeramente. No se volvió para mirarme.
ión. Me sentí contaminada, como si mi
do lo que había hecho por él. Pagué todas las cuentas para que pudiera concentrarse en su "arte". Le compré una guitarra nueva en nuestro primer mes de an
dinero, mi corazón. Y a cambio, me dieron una puert
istancia emocional, las mentir
coc
importante para él que su esposa. Más importante q