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La cochera guardaba sus secretos

Capítulo 2 

Palabras:1872    |    Actualizado en: 23/09/2025

ista de Al

te a él en la barra de la cocina. Gruñó un gracias sin levantar la vista de su celular. Me sentí menos como una esposa y más como una cocinera en

e era solo para colaborar con otros músicos, no para su "trabajo serio como solista". Eso, aparenteme

me sorprendió incluso a mí. Respondí los correos electrónicos más urgentes, reprogram

mi coche en la entrada si decidía volver por alguna razón. El conductor me dejó al final de la cu

nto. Iba a obten

quitarme los zapatos. Fui directamente a la puerta de la cochera, con el bolso todavía colga

s rozaron un metal

ayer había desaparecido. En su lugar había una elegante cerradura de teclado

, una puerta de fortaleza en una simple puerta interior. Se me cortó la respi

bloroso hacia atrás, saqué mi teléfono y tomé una foto clara y de alta resolución de la nu

principal se cerró d

ta. Adrián estaba allí, su pecho subiendo y ba

os haces en

tamudeé, mi mente corriendo a

erio? Porque en tu oficina dijeron que tenías una emergencia dental. Y mi app de Encontr

La revelación fue un golpe

lió disparada y se aferró a mi brazo, sus dedos clavándose en mi carne como

lastimando! -grité, trat

eligrosamente baja, su cara a centímetros

l movimiento repentino lo desequilibró, y retrocedió un paso, su

lando de dolor y rabia-. ¡Puedo estar

no puedes -siseó,

radura? -exigí, frotando mi brazo palpitante

ento adecuado -dijo, desestimando mi

artilleando contra mis costillas. En ese momento, le tuve miedo de verdad. Vi

uando intentó agarrarme de n

, mi voz temblorosa pero firme. Sostuve mi teléfono, mi

a rabia se deslizó por mi mejilla. Este era el límite. La línea había

ojos, abiertos y crudos. Se desinfló visiblemente, la agresión se

ntando las manos en un gesto de ren

oto-. ¿Me rastreaste, me agrediste y me ll

Si les llamas... terminamos. ¿Es eso lo que quieres? ¿Tirar nuestro matrimonio a la

. Pensé en mis padres, en su silenciosa decepción. Pensé en el legado de mi abuela, los

él tendría derecho a la mitad de su valor. La

de esta casa. La casa de tu abuela -dijo, su voz cargada de veneno-. O... dejas esto pasar. Promet

enes, mi propio orgullo familiar, como una jaula. Una ola de

s ojos y dije: -Bien. -La palabra fu

ás por andar a escondidas a mis esp

nte en la palma de mi mano y al bajar la vista vi que mis propias uñas habían cavado heridas en forma de media lu

más y me alejé, el eco de su victoria

un vistazo y frunció el ceño. -¿Un viaje difícil al dentista? -preguntó, sus ojos e

e bajé la man

ínico de analista de datos no se perdía ni un detalle-

bil. -Cosas de recié

la lista de inscripción para el retiro anual de la empresa está circulando. Dos noch

miento me golpeó. -Ah.

tes cuando te dejó. Le dijo a Marcos de contabilidad que "n

ncia de decírmelo él mismo, fue solo otro pequeño cor

caria. Estaba de vuelta en su elemento, el artista carismático, todo so

rambola en la autopista de la semana pasada, una tragedia que había matado a una familia jo

rcándome a su lado-. Jimena me

ciendo. Sus ojos eran planos, desprovis

. Se ve mal si no vamos. Es

oficina. -¡Dije que no voy a ir, carajo! ¿Es

os. Mi cara ardía con una humillación espectacular y absorbente. Me sentí desnuda, expuesta, con cien agujas inv

alquier fragmento del hombre con el que creía haberme casado, se evaporó. No

aba casada con un artista en apur

nte una taza de café que no tenía intención de beber. No dijo nada,

emas de seguridad. Me debe un favor. Puede decirte qué

s ojos se llenaron de lágrim

as -su

o que sea que esté pasando,

a su escritorio, fingiendo estar en una llamada, pero sus ojos estaban fijos en mí, entrec

había c

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