Mi esposo héroe, mi monstruo
después de dos d
a constitución de Celeste, fui liberada. Estaba débil, mis extremidades se
a tiempo par
sencillo. Era el mismo unifo
o, con el rostro impasible-. De ahora en adelante, realizará las tareas de una sirvienta subalterna. Se diri
Braulio, fue oficialmente borrada. Ahora era so
ados, la élite de Monterrey, llegaron en una procesión de autos negros. Todos formaban parte del mundo de Braulio: gente poderosa
osa caída. Pero nadie se atrevía a desafiar a Braulio Garza. Su poder era absoluto. Así que siguieron
de rellenar bebidas y limpiar platos vacíos, destinada a
ido de la noche, le presentó sus regalos. Primero, un collar de diamantes tan grand
tó con una sonr
anunció Braulio, su vo
un perrito blanco, pequeño y esponjoso, de un
l perro en sus brazos. -¡Oh, Braulio
. Frente a mí. La multitud aplaudió cortésmente. Mi estómago se convirtió en hielo. S
n los míos al otro lado de la habitación
escuchó fácilmente sobre
e congelé, la bandeja de plata en mis mano
n a
s ojos fijos en el suelo. Me
Mi voz era un susu
quiere cuidado constante. De ahora en adelante, serás su asistente personal. Lo alimentarás, lo pasearás y limpi
su perro. La humillación era tan profund
que los cercanos escucharan-. Sé que tienes una alergia severa a los perros, Elena. Tu piel se llena de
a garganta. Hacía difícil respirar. Braulio lo sabía. Una
erada y silenciosa en mis o
rostro una máscara en blanco, mientras esta muje
resistencia solo había traíd
ee, Su Gr
la champaña fluía. Yo estaba en mi rincón, mi corazón un peso mu
suelo bajo mis
ierra. Los candelabros de cristal se balancearon violentamente
rem
ación, descendió al caos. Hombres en esmoquin y mujeres en vestidos de noche grita
o. Agarró a Celeste, protegiéndola con su cuerpo, y come
perro. Mis ojos lloraban y un silbido comenzó en mi pecho. Príncipe, el cachorro, a
illó-. ¡Elena,
de vida o muerte, yo seguía siendo la si
nteó por el techo. Tropecé entre la multitud en pánico,
andelabro de cristal directamente s
io precipitándose hacia mí. No había tiempo para correr. Enrosqué mna supernova de dolor
obre mi espalda y piernas. El polvo llenaba mis pulmones, haciéndom
a ent
débiles y ahogadas, de
abajo! -gritó un hombre
mos sacar a uno a la vez antes de que se
cena de arriba. Luego, escuché la vo
ahí. Saquen a
mí. Una oleada salvaje e ilógica de esperanza me inundó. Quizás, al
z de Celeste, un chillido h
o tuyo! ¡Es un símbolo de nuestro amor! ¡Si ese per
por una eternidad. Los escombros inestables sobre mí
forzada, pesada, pero sus palabras fueron clara
en al