Él se arrepintió del divorcio
e vista
jaba de repetirme. Sentada en el asiento trasero del auto de mi hermano, la a
alma. Su agarre era firme y seguro; un ancla en la torment
e música de fondo. Debería sentirme segura, pero la verdad era que el mie
ue estaba lista para enfrentar mi pasado y a mis exsuegros. Pero ahora,
berme ido. ¿Y si lo habían puesto en mi contra? La sola idea hundía el cuchillo aún más profundo en mi corazón. Me había imaginado todas las formas
iré hondo. Ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Ha
on preguntas. A su lado, yo solo era una sombra, destinada a permanecer en segundo plano hasta el momento oportun
salón, el cual estaba cargado de expectación y susurros. En cuanto ingresamos, todos se quedaron en silencio. Casi podía oír
stilidad que emanaba del rincón donde estaban mis ex
temor evidente en sus ojos. Sabía que él no estaba ahí solo por mí, sino que también esta
r. El peso de sus miradas me asfixiaba. Entonces fui a la barra, buscando un respiro momentáneo
ain
sprecio. Sin dudarlo, me rapó la copa de vino que yo tenía en la mano y me lo echó encima d
sma de siempre trepadora, ¿no, Raina? Supongo que tus mañas de mujerzu
stuve la mirada con desafío. "
rrepentirse de cada palabra. Pero, justo cuando abrí la boca para responder, otra figu
ma expresión distante, esa máscara de indiferencia que ocultaba todo. Pero, por un instante fugaz, algo más brilló en sus ojos: una sombr
. "Basta. Este no es el lugar...". Se detuvo, entrecerran
Tú no perteneces a este lugar, Raina", me dijo e
o no iba a darles la satisfacc
lta, Dominic apareció a mi lado. Su mirada
ugar?", soltó mi hermano con voz firme y autoritaria, protegiéndome con su
ó la mirada: una extraña envuelta en una mezcla de miedo y determinación. ¿Qué esta
rojo en las manos. "Me envía el señor Dominic. Pensó qu
por la tela, sintiendo su suavidad
intenso resaltaba contra mi piel, dándome una nueva
otro lado, enfrascado en una conversación con algunos posibles socios. Se veía tranq
lejano, como si estuviera dentro de una burbuja. ¿Cómo podían l
ueño grupo a su alrededor me ofreció un breve escape. Sin embargo, el momento no duró nada, ya que, cuando me di la vuelta, me topé con la mirada fija de Al
enetrante. Sentí que mis defensas se levantaban; mi inst
onversación que se avecinaba. En ese momento, el salón pareció encog
ente: felicidad entrelazada con traición, un amor ensombrecido por la pérdida. Él me había arr
mi pasado. Cuando dio un paso atrás, él permaneció inmóvil, como una fuerza inamovible,
jo con desdén. "¿Pavonearte delante de