Él se arrepintió del divorcio
vista de
ño hecho realidad, era algo que esperaba, pero aun así resultaba irritante de ver. Yo no quería ese matrimonio, ni ahora ni nunca
farsa. No me iba a casar por a
ucho a ninguna de las dos mujeres, dejándolas llenas de emoció
a de la Bola de Oro a la que debía asistir esa
gracias. A
ta noche tenemos la gala benéfica. Creo que ya es hora de irnos para empezar
se imaginaba anunciándoles a todos que habíamos fijado
o. Eliza, por suerte, permaneció pegada a su celular, pro
l auto, como si todavía no estuviera lo suficienteme
este evento es para la élite. Un lugar al que los pobretones y los farsantes, como Raina, nunc
i mente, ella siempre encontraba la manera de colarse de nuevo. Toda mi familia la odiaba. Se había
Estaría sufriendo y luchando por su vida como se lo merecía? ¿Y la niña... la que se
go, en ese momento no la defendí, as
-
ue teníamos por delante. No se había puesto su anillo de compromiso en semanas como una protesta silenciosa contra mi fria
s. Solo quería un poco de paz. Esa mujer no tenía ni
che, no cuando había asuntos más importantes en qué pensar, concretamente, asegurar mi relación comercial con l
tención, algo se interponía. Reuniones canceladas, excusas vagas... Sin embargo, esta noche se sentía diferente. Estaba casi seguro de que por fin me notarían
~
, deslumbrante y lleno de la crema y nata de la alta sociedad. Para mi fastidio, Eliza se aferraba a mi brazo como si yo fuera un trofeo. Sus uñ
pareja más glamorosa de Nueva York. Cada flash ensanchaba aún más su sonrisa, y eso me fastidiaba más. To
os murmullos comenzaron de manera discreta, pero pronto se intensificaron al se
madre aparecieron a mi lado, susurrando con un entusiasmo apenas contenido. "¿Escuchaste?", exclamó mi hermana, con lo
r de eso, tuve que reprimir el impulso de poner los ojos en blanco, ya que probablemente ya se había dado cuenta de que intentar algo con D
labras. Mi hermana ya fantaseaba con hacerse amiga de ellos, y debía admitir que cual
, el heredero del imperio, entrando en al salón. Era la personificación misma del poder y del control. Sin embar
diferente. Mejor que nunca, debía admi
r a la que había intentado localiz
í, con los Graham. Y no con un miembro cualquiera de la familia
n esa familia después de esfumarse como un fantasma? Y no so
uviera sentido. Raina estaba en un lugar al que no pertenecía
a sufriendo, criando a esa niña sola sin un centavo y pasándola mal, tal como se lo merecía. Pero, en
que dolía mirarla, y p