Del Amor al Odio: Su Caída
da en la poderosa familia Garza. La regla era simple, tan rígida como un decreto ancestral: dar un hijo v
ntira. Mi esposo, Mateo, ya tenía registrada una esposa en el fideicomiso: Valeria Góm
"difunta" Valeria se instaló en mi casa, durmió en mi cama. Y cuando deliberadamente destrozó las cen
su juego cruel. Para obligarme a revelar el paradero de Valeria después de que ella fingi
rde de la muerte mientras
or Mateo se heló en un odio puro, implacable, irreductible. A los pies de la tumba de nu
lizado entre un fajo de escrituras arquitectónicas. Mateo
, lo sabía, se
ítu
truido con generaciones de disciplina férrea. Una esposa solo era reconocida oficialmente, solo añadida
a que se encargaba de todos los asuntos de los Garzas. Tras cinco años de matrimonio, había llegado el día en que fina
a perpetua de cortesía distante, me recibió. "Se
pero de manera since
oble. "Si es tan amable de esperar aquí, traeré los documen
leraba aún más. Era el último paso, el
su expresión impenetrable. Colocó un volumin
plicación, s
", pregunté, manten
omiso ya registran a una cónyu
el estómago. "No puede ser.
respondió el abogado, evitando mi mirada. "
teo en la preparatoria. La muchacha que había muerto en un accidente de lancha
edad, mirándome por fin. "Para el fideicomiso de la familia G
alzando la voz. "Tuvimos una bod
al tanto de su matrimonio, por supuesto. Pero... com
servada, que desaprobaban un festejo ostentoso. Juró qu
mí. "Este es un ejemplar certificado
reso con crudeza: Mateo Garza y Valeria Gómez c
se agitó en mis brazos y lo abracé más fuerte, buscando en su calor un ancla en un mundo que de
tras su muerte. La llamaba su mayor inspiración, su amor perdido. Yo, arqui
. "Son tus ojos", murmuraba acariciánd
o Hudson era tan encantador, tan persuasivo. Me juraba que me amaba por
ía privada en nuestra casa, un santuario a su m
ora con violencia: no estaba
la que nunca había dejado ir. Y una figura útil para apaciguar a su familia y darle un
no vibró, arrancándome de mis pensamie
sma que me había acompañado durante cinco años. "
mi respuesta. "Todavía estoy aquí. H
ón. "Hoy tengo que quedarme hasta tarde en la oficina, estoy c
tro perfecto llenó la pantalla, con el horizonte de la Ciudad de
tu de Valeria", se fijaron en un detalle. En la esquina de s
e Mateo colocaba cada año en los retratos
cadena de plata que jamás le había visto antes. De ella colgaba un di
el interior de la mejilla para no gritar. El dolor agudo de la carne desgarrada fue lo único que me mantuvo ergu
s bien?", preguntó, con un destell
lo estoy cansada. Agustín no me
n la que tantas veces me había arrullado. "
efugio, ahora eran veneno corrosivo. Obligándome a
ial contrastaba con el fuego helado que me consumía por dentro. Las mentiras me envolvía
o. Una noche, días atrás, lo había escuchado hablar por teléfono en su estu
dos que eras una androide, una copia perfecta para aliviar mi dolo
cia más de su mundo empresarial, quizá un proyecto tecno
. No hablaba de un androide. Hablaba con ella. Co
segurara la herencia y recuperara a la única mujer que siempre había ama
ancó lágrimas, sino me templó. Me
s de la asistente del abogado, que lo entretenía con arrullos, ajena a la tormenta que me consumía por dentro.
notarial y lo deslicé con cuidado entre las carpetas que llevaba conmigo. Después, caminé hasta el auto y recuperé un juego de escrituras d
las escrituras. Él firmaría sin mirar. Siempre lo hacía. Me otorgaba esa "confi
r donde caería su imperio. Ese día, su