De las Cenizas: Una Segunda Oportunidad
a entró con
, con voz profesionalmente amable. Inyectó el líq
la prometida insensibilidad que
a ll
nzante a un infierno furioso y devorador. Era mil veces peor que la
en espasmos violentos e incontrolables. Un grito ahogado
anco de pánico. Revisó la jeringa va
! -chilló-. ¡Alguien
ia cama de hospital, había encontrado una manera de infligir una última y exquisi
po de batalla. Tenía lo que quería. La médula que salvaría la vida de Julia estab
l odio puro e inalterado. La forma en que se había apartado de su toqu
ó de él. Tenía que volver. Tenía que ver a Elena. Tenía que asegurarse de que el analgésico estuviera
o lo int
La condición de la señorita Alc
spetó Damián,
eñor, es
solo culpa, una necesidad de asegurarse de que la persona a la que acababa de brutalizar estuviera cómoda. Era
rta de golpe
ntorsionado en una convulsión, un sonido bajo y lastimero de agonía esca
pasando? -rugió, c
enfermera inte
a cambiaron! ¡No
le, sino que su orden de alivio de alguna manera había llevado a que la envenenaran
a se aferró a él, su agarre sorprendentemente fuerte, su
ersonal médico, su v
zo esto! ¡Quiero que
ratando de calmarla, susurr
ba revisando sus signos vitales d
ella... ella no
ble. Ningún dolor podía ser peor que la culpa que lo consumí
o estaba quieto. El agarre desespe