Todo Lo Que Se Llevó La Tormenta
lor antes del mediodía. Había dormido mejor, aunque seguía despertando con
de arroz y revisaba etiquetas. Me ofrec
mión llegó tarde y no hay nadie lo bastante
ue yo misma. El vapor subía en espirales perezosas. Por un instante, dudé. Había algo en esa mujer qu
harón en la mano. Me midió de arr
yudar? - pregu
o nece
ntar. - Podés empezar secando estos platos. Después vas a tener que
ntar bajito - una melodía que no conocía, pero que tenía algo antiguo, como si perten
preguntó al cabo de
s o
menos qué
sité mucho - admití, sintiend
ido que parecía u
necesitar. Acá to
poco. No sabía decir si me sentía útil o
entregó una tabla de pic
- No te preocupes por hacerlas bo
Era más fácil pensar en el ritmo del cuchillo que en todo lo que me faltaba. Más fác
or. Levanté la vista y vi a Gracie. Llevaba la muñeca, com
esitó mirar pa
en un tono que no aceptaba
allí, sin decir nada, abrazada a la muñeca. Por un momento, nuestras miradas se encontraron,
revolver una olla y
sicas - dijo, sin juicio, solo constatando. - Pero el mundo se v
ezando a da
otra tanda de zanahorias. - Acá nadie se queda s
en lo aterrador que debía ser tener solo nueve años y no saber dónde estab
da acá seguido
un trapo para secarse las manos. - Una se acostumbra. Los c
ortar zanahorias, dejando que el sonido
e llegaba en largas filas, algunos hablando alto, otros solo bajando la cabeza. Yo me quedé atrás, ay
respirar. Deborah se volvió h
te lo suficiente co
Por primera vez desde que había llegado, sentí un sabor que no era solo superv
encontraron con los suyos, esta vez me animé a sonreír un poco. Ella no de
ar mi plato. Deborah me miró con ese modo que no p
entro que por fuera - dijo, como si f
con eso - respondí
ó, secando
i no, al menos vas a apre
e olla, como si aquella conversac
a. Callum estaba más apartado, apilando vigas con la paciencia de quien no tiene prisa por irse. Por un
No quería que nadie - ni él - pens
saba planillas con una lapicera
viviste
hora -
arte comida es su form
o. Tal vez fuera alivio. Tal vez sol
que mis pensamientos ya no eran tan ruidosos como antes. Todavía extrañaba todo lo que había perdido, pero por p
rde del patio, respirando hondo. Deborah pasó junto a m
añana par
bién sonaba, de algún m
ue iba a