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La furia del rechazo: El regreso de una esposa

Capítulo 3 

Palabras:1255    |    Actualizado en: 14/08/2025

suciedad del día, la mugre de cinco años de humillación. Cu

s gastados, sus camisetas senc

bajó a la parte trasera de la casa. Allí, junto a los botes de

algo que le disgustaba, encontraba sus pertenencias en la basura. Era un re

solo miró la pila y sintió u

ahorra la mole

exhausta, y cayó en un su

que ponerse el mismo vestido sencillo del

la mesa, bebiendo su té, con una e

-. ¿Todavía con la ropa de ayer? Supongo que es todo lo q

taba allí, con as

o. Y mi corbata, la azul.

sa y eficiente. Le habría traído sus cosas, le habría arreglado la co

sin decir una palabra y

ró, estu

me

ua, luego se giró para mirarlo.

él tú mi

Cecilia se le cayó la mandíbula. Damiá

rme? -exigió, su voz

niforme y tranquila-. No soy tu sirvienta. Y a part

y caminó hacia la puerta, ig

ra de la finca, donde vivía su padre. Su habitación era sencilla pero li

a paso, un dolor agudo y punzante que le subía por la pierna. Hizo

an en sus oídos: "No te atrevas a inte

o su amor, reducidos a un

frágil figura fue la grieta final en su compostura. Las lá

diendo el rostro en

ó, su cuerpo temblando-.

amable con un corazón débil, l

u culpa. Deberías habert

ándolo, con el rostro surcado de

sonrisa triste en el r

stante. Nunca volvería a poner u

las pocas personas que le habían mostrado amabilidad. Mientras cam

ro contorsionado por la rabia-. ¡Mocosa malagrade

gnoró e int

aque de furia, la

evas a darm

iento y la agitación emocional. El empujón la

de su vestido se subió, dej

ión. Sofía, que había estado observand

ular y fea. Era la cicatriz del injerto de piel al que se había sometido en secreto para ayudar a cur

con un dedo

eso? ¡Es

catriz. Su primera reacción, instintiva, fue de asco. Retroce

rotegiéndola como si Aliana

su piel. Su primer instinto fue bajarse el ves

de Cecilia

le en tu cuerpo. Con razón no encuent

intentar cubrirse. Lentamente, l

en sus ojos. Este era el hombre que había salvado, el ho

mbló al p

ién te da a

on más fuerza, su silencio una confirm

ojos fijos en el pálido rostro

ión. Era la risa de Aliana. Comenzó como una risa ahogada y creció hasta c

Y todo se reducía a esto. Él la miraba, a la prueba de su

alando la puerta-. ¡Saca tu

a de seguridad leal al padre de

, esa cicatri

pente tranquila. La risa había muerto, de

entrecerraron al verla

ndo ustedes dos? ¡Raúl,

a agarró del brazo y

? -escupió, su rostro cerca del de ella-. ¿Es este tu

trasera de la casa, su agarre como de hierro. El últ

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