La furia del rechazo: El regreso de una esposa
suciedad del día, la mugre de cinco años de humillación. Cu
s gastados, sus camisetas senc
bajó a la parte trasera de la casa. Allí, junto a los botes de
algo que le disgustaba, encontraba sus pertenencias en la basura. Era un re
solo miró la pila y sintió u
ahorra la mole
exhausta, y cayó en un su
que ponerse el mismo vestido sencillo del
la mesa, bebiendo su té, con una e
-. ¿Todavía con la ropa de ayer? Supongo que es todo lo q
taba allí, con as
o. Y mi corbata, la azul.
sa y eficiente. Le habría traído sus cosas, le habría arreglado la co
sin decir una palabra y
ró, estu
me
ua, luego se giró para mirarlo.
él tú mi
Cecilia se le cayó la mandíbula. Damiá
rme? -exigió, su voz
niforme y tranquila-. No soy tu sirvienta. Y a part
y caminó hacia la puerta, ig
ra de la finca, donde vivía su padre. Su habitación era sencilla pero li
a paso, un dolor agudo y punzante que le subía por la pierna. Hizo
an en sus oídos: "No te atrevas a inte
o su amor, reducidos a un
frágil figura fue la grieta final en su compostura. Las lá
diendo el rostro en
ó, su cuerpo temblando-.
amable con un corazón débil, l
u culpa. Deberías habert
ándolo, con el rostro surcado de
sonrisa triste en el r
stante. Nunca volvería a poner u
las pocas personas que le habían mostrado amabilidad. Mientras cam
ro contorsionado por la rabia-. ¡Mocosa malagrade
gnoró e int
aque de furia, la
evas a darm
iento y la agitación emocional. El empujón la
de su vestido se subió, dej
ión. Sofía, que había estado observand
ular y fea. Era la cicatriz del injerto de piel al que se había sometido en secreto para ayudar a cur
con un dedo
eso? ¡Es
catriz. Su primera reacción, instintiva, fue de asco. Retroce
rotegiéndola como si Aliana
su piel. Su primer instinto fue bajarse el ves
de Cecilia
le en tu cuerpo. Con razón no encuent
intentar cubrirse. Lentamente, l
en sus ojos. Este era el hombre que había salvado, el ho
mbló al p
ién te da a
on más fuerza, su silencio una confirm
ojos fijos en el pálido rostro
ión. Era la risa de Aliana. Comenzó como una risa ahogada y creció hasta c
Y todo se reducía a esto. Él la miraba, a la prueba de su
alando la puerta-. ¡Saca tu
a de seguridad leal al padre de
, esa cicatri
pente tranquila. La risa había muerto, de
entrecerraron al verla
ndo ustedes dos? ¡Raúl,
a agarró del brazo y
? -escupió, su rostro cerca del de ella-. ¿Es este tu
trasera de la casa, su agarre como de hierro. El últ