a, para relajarse y desconectar. Por eso, cuando vio a Asher sentado en una de la
bajo la luz de las velas, y sus ojos almendrados parecían arder con un fuego interno. Sus manos, fuertes y curtidas
ud, como un noble, con ropas de fina hechura que destacaban su porte distinguido. Su sonrisa encanta
este lugar? -preguntó ell
sonó con una gravedad capaz de hechizar a cualquiera. Cada palabra parecía una promesa susurrada al
s aún estaban ocupadas, pero los clientes que solo habían ido a beber ya
etó por la cintura y apoyó el rostro en sus glúteos, mordiéndola suavemente a través de la delgada tela. Ella rió, tentada, y juntos subieron l
mbras tenues sobre las paredes. La habitación, modesta pero elegante, ten
la besó. A ella le encantaban sus besos; cada vez q
otro lugar -susurró ella
estido, Asher casi perdió la razón de la excitación. Se humedeció los labios y, sin dudar, se arrodilló. Comenzó a besar sus piernas,
n firmeza, tomó las piernas de Sonya y la atrajo hacia el borde de la cama. Ella se inclinó ligeramente hacia atrás. Colocó sus pier
. Luego gritó de placer cuando él pasó de lamer a succionar-.
ad. Ella temblaba de placer, y más aún cuando él alternaba entre movimientos largos y cortos, haciéndola desear más y más. Estaba tan estimulada que el orgasmo no tardó
Sonya se veía hermosa, sensual,
lo dejó a un lado. Con lentitud, empezó a acariciarse, pasando sus manos por su cuerpo, deteniéndose en sus pechos.
ta... -murmuró él,
asta su erección. Primero lo acarició por encima de la tela, luego desabrochó el cinturón y dejó caer la prenda al suelo. Se
menzó a jugar con su lengua antes de llevarlo a su boca. Él tembló de placer. En un momento, Asher la tomó del cabello
do sobre la cama, sus muslos abiertos, esperándolo. Recorrió su cuerpo con las manos, apretó sus
nto. Tomó su pene y lo posicionó en la entrada de su vagina.
sentía duro, caliente, tan profundo, que otro orgasmo la estremeció
límax, ella lo hizo al mismo tiempo. Exhaustos pero felices, se recostaron juntos. Él la abrazó y
pertó primero. Observó al hombre a
-saludó él, con una
arse -respondió ella, dán
hacia donde había dos fuentes con agua. Utili
nto mirarme -dijo ell
un salto y la a
l oído, comenzando a acariciar las curvas de s
yó las manos en la pequeña mesa, dejando que él le repartiera besos por la espalda y el cuello. Come
r ese instante de intimidad. Sabía que, si aumentaba el ritmo, no podría contenerse mucho más. Pero sus gemidos y el placer creciente lo h
despertar. Al salir de la habita
por un instante
és beb
del burdel, y nada escapaba a su atención. Sin embargo, nunca hacía comentarios. Sabía que la vida de su sobrin
spondió Sonya, rodeando e