no lograba calmar la tensión que se acumulaba en los hombros de Marcos Del Valle, el hombre al volante. CEO de Del Valle Corp., uno de los conglomerados más poderosos del país, estaba acostumbrado a
ignoró. Necesitaba respirar. Pensar. Despejar la mente del caos que se había desatado tras descubrir que alguien dentro de su círcu
rugía como un animal furioso, como reflejo de su propio estado. El mundo exterior era un
ó de la nada. No hubo tiempo de frenar, ni siquiera de gritar. Solo
do se
ilencio de la habitación blanca. El aire olía a desinfectante y a tensión contenida.
tico. Su rostro estaba pálido, pero sus ojos oscuros brillaban con una intens
ó en voz baja, fing
su vida. Ni su nombre, ni su cargo, ni a las personas que lo rodean
No de tristeza, no de miedo, sino de posibilidad. Lo que ac
bre la frente y varios tubos conectados a su cuerpo. Incluso en ese estado, conservaba e
s Del
j
e. El mismo que había destruido su carrera antes de permitirle crecer. El mismo que,
ntado los desprecios, las largas jornadas, el silencio gélido
él no r
la habitación y le di
es la
un momento decisivo, una línea que,
con voz firme-
ermera
ente despertará pronto. Y sería b
un suspiro. Por un momento, una parte de ella sintió el peso de lo que acababa de hacer. Mentir sobre
ceder. Pero dentro de Valeria, una nue
tuviera atrapado entre dos placas de acero. El segundo sentimiento fue la desorientación. No reconocía nada:
un suave tacto lo detuvo.
l
l clara y ojos profundos, lo observaba c
le dijo-. Es
era suave, casi musical, pero
estoy? -balbuce
tal. Tuviste
iró fij
.. quié
giendo emoción y
sa, Marcos.
y dejó que su cuerpo se hundiera en la cama mientras intentab
ecuerdo nad
arició la man
a ayudarte a recordar. Vamo
ento, ella los mantenía bien abiertos. Estaba empezando su ob
secretaria invisible. Por pri
abría la