Scarlett
omida seguía sobre la mesa, ahora fría, sin propósito. La casa, en silencio, parecía
oficina de Nathaniel, notó la luz encendida bajo la puerta. Dudó en tocar, en intentar hablar
al tocador y se
pto" con una mezcla de miedo e ilusión. Sus ojos seguían siendo grandes, sus labios suaves
as impresas, recuerdos que habían quedado olvidados. En la parte su
, él con una media sonrisa apenas perceptible. Aun así, ese día había sido especial. Habían convers
cía tan lejano ah
y ocasionalmente colaboraba con empresas en exposiciones privadas. Fue en una de esas exposiciones donde conoció
llama a esto arte -dijo él s
entir algo -respondió S
staba acostumbrada a hombres arrogantes que creían saberlo todo. Pero a
a como un hombre complejo, reservado, pero con un fondo herido que nadie más parecía notar. Él, por su part
el la llevó en su auto hasta su apartamen
costumbra
, sin entender del todo
és, le pidió
ido en una copa de vino ni palabras apasionadas. Solo
necesito estabilidad -le dijo él,
tiene que
ompruebe nada, y eso me da paz. No tengo tiempo para juegos.
mor de película, pero también sabía que la vida real era distinta. Nathaniel era
tó ella, con la v
tiempo -respondió él
so. Lo hizo porque, en lo profundo, creyó que él podía llegar a amarla. Que ella
mpo pasó. Y
se el vestido. A su lado, el espacio seguía intacto. El otro lado de la cama era más q
su manto de soledad, una pregunta reso
o fui una solución funcional a
por su mejilla, s
no fue casars
fue creer que él, algún