r a Nathaniel aún en la cama, pero solo halló la marca deshecha de su lado. Se levantó de inmediato y bajó las escale
con el consejo. No me
vez no pensaba rendirse. Habían pasado dos meses desde su boda y todavía no se sentía casada. No había
ita, encendería velas, y lo esperaría no como una esposa resigna
árragos, vino blanco. Pasó por su pastelería favorita y compró un postre de limón, sabía que a Nat
finos, flores recién cortadas. Encendió velas aromáticas, puso música suave. Incluso se cambió de ropa, optando por un v
arcó las ocho, se
media
. Tam
ajes empezaron a acumularse s
o levantarse de un salto. Nathaniel entró con paso ap
ett con una sonrisa nerviosa-. Te
esa, el vino servido, las velas encendidas, y lue
ada en quince minutos. Es con Si
isa se
utos? -preguntó, con l
temas importantes. Po
és, Nathaniel. ¿C
ó con imp
tiempo p
la, dando un paso más cerca-. ¿Te cuesta
desvió l
empi
ella, con dolor evidente-. Quiero que esto funcione. Qui
no seco-. Necesito que entiendas que mi trab
sus palabras. Dio un paso atrás, como
aro. Porque una esposa que quiere pasar
no mostraban comprensión, ni ternura. Solo ca
-dijo él-. Te casaste conmi
que quisieras compartirme
o, Nathaniel giró sin decir palabra y
marcaba las diez y cuarto. Las velas seguían encendidas. El vino seguía servido. Per
dejó caer en la silla con el corazón encogido. Miró la comida
acercarse. Con
rechazada.
ca disfrazada de mesa elegante. Un
rior, una certeza comenzó a f
to nunca