El Mariachi Quebró Mi Amor
l día se rendía ante una brisa fresca que entraba por el balcón. Yo sostenía mi guitarra, el único objeto que me hacía sentir menos como un adorno en la vida de mi novia
ños en los que aprendí a hacerme pequ
mportante del país. El autor de esa reseña, Alejandro "El Gourmet" Sánchez, estaba aquí. Y no
staba con mi sencillo traje de charro, que ahora sentía fuera de lugar. Cada vez
ogado vino del pasillo
yud
voz d
e quedé paralizado, con la guitarra en las manos, sintiendo las miradas de todos sobre mí. Unos s
mojado", anunció Alejandro a la multi
igeramente desarreglado. Parecía una damisela en apuros. Pero yo la conocía. Conocía c
dedor. Él se arrodilló a su lado, le acarició la mejilla y le susurró algo al oído. Sofía a
odía cortar con un cuchillo. La amiga de Sof
cena. Sabes cómo es Sofía
tó la vista y me miró directamente. S
ento en la Condesa. Tenía la misma cara de susto. Le tuve que
os de Sofía soltaron risitas nerviosas. Sentí la sangre subir a mi cara, una humillación pú
o que había estado dormido
o a Sofía, que ahora me observaba con
na calma que sorprendió a
tás aquí para cui
e frente
moda que el sofá. Llévala allí para que puedan 'resolver sus a
lidad, como si no reconociera al hombre que tenía enfrente. E
alda y caminé hacia el balcón, sintien
s, había sido el tapete de Sofía. El mariachi de pueblo que tuvo la suerte de salir con la reina de
ra comprarle un collar de diamantes para su cumpleaños. Ella lo miró, sonrió fo
ltima hora para ir a un evento "importante" con gente de su cí
comprensivo, Ricar
car cada una de sus acciones egoístas.
rió de golpe. Era Sofía. S
qué demonios fu
un susurr
ante de todos mis ami
voz sonó extrañamente tranquila. "Yo solo ofrecí u
stás insinuando que
primera vez en mucho tiempo,
a. Tú y él son los que están actua
un segundo, su boca abiert
ndo mi noche.
uinaste cuando decidi
dijo, esperando que yo la detuviera, que le
e simplemente. "
edó h
Qu
rte, vete. Pero yo me quedo. Esta
es un aguafiestas!", gritó, antes de darse la vue
, más bajo esta vez. La brisa nocturna se sentía bien en mi cara acalorada
rio de Alejandro, ni la caída fingida de Sofía. Habí
noche. Y supe, con una certeza aterr
almente estaba mos