La Jugadora Nunca Derrota
co que quedaba de nuestra vida normal. Ahora, ese
tre las manos. No lloraba. Era peor que eso. Era un silencio
tal todavía puesto. Mis manos, cubiertas de u
dí todo
n susurro ro
e Navidad, los ahorros de mamá, el préstamo
i voz sonó fría, extrañ
mil dó
, hundidos. La cara de un niño que acabab
e el horno, arreglar la tienda... Q
té, y el nombre salió d
, incapaz de mi
l mundo mientras les vaciaba los bolsillos en par
s. Era un frío antiguo, uno que creía haber ent
lozar, un sonido a
iento. Arruiné a la fa
re la encimera. Miré mis manos. La harina no podía ocultar la fina
ornear. No había dinero para la
olía a pan caliente y a esp