Prohibido para el Presidente

nció, con voz monótona, que el señor Devereux ya se encontraba en su oficina. Tampoco reaccionó al ver al muchacho delgado, de traje visiblemente n

miedo y la fascinación-que le hizo alzar la vista por

ar -dijo, s

ños que no estaba preparado para el mundo al que estaba a punto de entrar. Pero no podía echarse atrás. Había trabajado muy duro para conseguir esa entrevista, para c

usurró al entrar, ape

e ofrecía una vista privilegiada de la ciudad. Sentado tras un escritorio minimalista, con un exped

der De

n no fue amable. Ni

nco minut

ómo se le enco

El ascensor... hubo un

del tráfico ni del personal

aba la vista del expediente, pero cada palabra parecía calculada, como

s, pero tampoco errores imperdonables. Tiene una licenciatura en comunicación emp

urdo que le resultaba tener que justificarlo. ¿Quién no querría trabajar

e una trayectoria que admiro profundamente. Quiero absorber

r alzó l

ue un temblor real, por supuesto, pero Elías sintió que el mundo se detenía una frac

r, fue como si le hubiesen arr

había

lo vacío y una promesa no cumplida lo marcó para siempre. Elías no se parecía al adolescente risueño y testarudo de enton

Por supuesto q

menor indicio de saber qui

e personal le dará acceso a la agenda. Y una advertencia, señor Vega: este puesto no

Elías, con una mezcl

e ret

vez fuera, soltó el aire contenido y apoyó la espalda contra la pared. No supo si sentirse agradecido o aterrorizad

ro de la oficina, Al

pediente abierto, pe

sa, a la promesa que

que lo atormentab

daste tú... si y

ara sí mismo, apenas audible-. E

no lo sab

apenas habí