Cuando el Tiempo se Detiene
ilencio del comedor. Andrés Beltrán contemplaba su copa de vino sin tocarla, mientra
sto? -preguntó finalmente, con la vo
sta, sin sorpresa, sin
ando el teléfono a un lado-. Tú sabías perfectamente lo que era
o no dijo nada. Ya no ten
lentamente hacia él, deteniéndose a su l
ontenía compasión alguna-. Y lo sabes. Si no fuera por el acue
ó los puños
monio, Catalina. Y
ombre con quien no voy a pasar el resto de mi vida... y mucho menos darle
lta y recogió su bolso d
ngo una cena.
disipó rápido, pero el veneno de sus palabras s
quedó solo
ia y los ecos de su respiración agitada. Sentía el corazón pesado, el
ó sobre la mesa. Era Lucí
tó con voz ba
Noruega. Es un equipo de científicos que lleva más de ocho años estudiando la misma enfermedad que usted padece. Los in
rporó lentamen
es solo otro experi
lidos, y según el doctor Sforza -el neurólogo que lo había atendido los últimos meses-, es su mejor oportunidad. Ya hi
en responder. Luego se llev
Confir
dido,
u interior. Era tenue, casi imperceptible, pero ahí e
no al fin. Lo b
erto... pero aún respiraba. Y mientras pudiera
sus hombros. Desde el ventanal de su oficina en el piso treinta y siete, observaba el tráfico avanzar lentamente por la aven
manos, pero ya no sentía el calor
rse, como siempre hacía
ando una carpeta sobre su escritorio-. Le traje los i
rsonas que no le hablaban con miedo ni con compasió
edad con lo
aquete médico fue enviado por mensajería diplomática. Su traslado ya está cub
ntió, sin
to. ¿Al
n momento an
lo acompañará en el viaje. Que está muy
risa seca. No e
acompañado a nada. N
esa casa no había lugar para el a
a? -cambió
la noticia de su viaje... algunos miembros del
sobre el escritorio y
án equi
e prepare u
. Aún soy el presidente. Nadie va a
bajo la superficie. Andrés ya no era el mismo hombre que había construido Beltrá
re que se i
como siempre: impecable, sereno, con el traje oscuro a medida y la m
emporalmente por cuestiones personales. La vicepresidenta interin
de los accionistas, con voz
miró sin
No responde
cuando salió de la sala, sintió que algo lo seguía. No eran pasos, ni somb
apagadas y el aire sin aroma. Tomó una copa de whisky y subió al estudio. Allí, donde nadie entraba, donde las p
ografías antiguas. Cartas d
bello atado con
de convertirse en el hombre que era ahora, había si
ya no i
uero, cerró los ojos y dejó
a empresa. Lucía lo acompañó hasta el abordaje. Le entregó
r ir solo? -preguntó,
que enfrentarl
bras, y él le ofreció una pequeña sonr
por tod
dijo adiós. Nunca le
se sentó y dejó que el rugido de los motores s
o gris se abría ante él, una idea empezó a
tía una razón
a no l
ba por de