Engaños en el paraíso
iendo suavemente en la orilla era una constante melodía que acompañaba la brisa cálida de la noche. Justo como habíamos acordado, me encontraba esperando a Alejandr
stido blanco que ondeaba suavemente con la brisa. Su cabello oscuro brillaba ba
sonrisa que me hizo senti
sintiendo una r
.. cita? -preguntó, c
respondí, ofreci
pañía del otro. La atmósfera era tranquila y relajante, mu
de noche -comentó Alej
ndo su perfil iluminad
vemente la arena a nuestros pies. El silencio volvió a reinar por unos
el silencio-, quería hablar cont
Sabía que se refería a la discusió
no quieres -dije, intent
ó ella, con voz firme-. Creo
undamente, m
ó ella, con voz firme-. Creo
u mano por primera vez. Dudé un instante, temiendo incomodarla, pero finalmente extendí la mano y suavemente entrelacé mis dedos con los suyos. Ella se tensó ligeramente al principio, sus ojos se abrieron un poco y una expresión que no supe descifrar cruzó su rostro
gustaría nadar un poco? O también podemos ir a la fiesta de un amigo. Hay música, baile... ¿qué te parece? -dije, intentando des
es llenos de una tristeza profunda, comenzaban a mostrar un brillo diferente, una chispa d
rmeza, enlazando nuestr
e ella para que se pusiera de pie-
el semblante serio que la había acompañado has
nto a Martín y Eduardo, rodeados de varias personas que no reconocí. Eduardo parecía especialmente animado, rodeado de un pequeño grupo de chicas, con una sonrisa que no le cabía en la cara. «Espero que Camila no vea esto», pensé con una mueca. No me apetecía lidiar con el drama que seguramente se desataría si ella se enteraba. Decidí que lo mejor era mantenerme alejado de su mesa por el momento. Alejandra parecía estar disfrutando
enzó a decaer, Alejandra se ace
lo en los ojos que me hizo entender
-pregunté, sintiendo u
encogiéndose de homb
del hotel -sugerí-. T