Engaños en el paraíso
ock era evidente en su rostro, una mezcla de incredulidad, sorpresa y una incipiente furia que comenz
rimas comenzaron a acumularse en sus ojos. -¿Me estás jodiendo? ¡Primer
gre helarse en mis venas. Salté de la cama, dándome cuenta, gracias a un nuevo grito de Alicia, de que es
de un portazo, encerrándose en la sala de la habitaci
ritaba, con la voz llena de histeria-. ¡Primero Eduardo
ubir, me acerqué a la puerta,
a puerta -dije, con la voz
das asco! ¡Los dos me dan as
tiendo el calor subirme a las mejillas. «Nunca debí...». La imagen de Alicia, con los ojos llenos de lágrimas y la voz quebrada, me perseguía. Me sentía culpable, sucio, como si hubiera cometido un error imperdonable. «¿Cómo voy a arreglar esto? ¿Cómo voy a mirarla a la cara después de esto?». Nunca antes había tenido un conflicto con ella de esta magnitud. Siempre habíamos sido tan cercanos, tan confidentes. La idea de haber roto esa confianza me dolía profundamente. «Y Alejandra... ¿qué pensará de m
con los ojos rojos e hinchados por
a negarlo? ¿Vas a decirm
úchame... -i
s ojos! -me interrumpió, señalándome con el dedo acusador-. ¡
rtantes para mí -dije, con sinceri
s entonces? -preguntó,
ación, no solo por verme con Alejandra, sino también por la situación con Eduardo. La mezcla de celos, traición y soledad era palpable en el am
a de remordimiento-. Yo... simplemente pasó. Me gusta Alejandra. No te
ectados en sangre, las lágrimas
son? ¿Es lo mejor que se te ocurre? -
cia sacó su teléfono y co
as a creer lo que acaba de pasar! -comenz
e Sofía al otro lado d
Qué ocurre?
raicionar! ¡Los dos me traicionaron! -gri
ntentaba decir Sofía desde Per
duardo con sus... conquistas baratas,
ulto, se tensó y apretó la sábana contra su
ejandra no tiene la culpa de
pa? ¿Mía, tal vez? -replicó Alicia, con
rtelo. Simplemente no encontré el momento adecuado para contártelo. Nunca querría lastimarte. Tú y Eduardo son muy imp
donde la voz de Sofía se escuchaba a
rité, esperando que me escuch
la sangre. Sus ojos, antes llenos de lágrima