LA MUJER DE MI HERMANO
ta, y las olas lamían suavemente las piedras como si murmuraran secretos olvidados. Isabella hab
ía paz en s
a cena. No despu
una emple
igroso. ¿Quién se creía que era? ¿Por qué tenía ese efecto en ell
uz es interesante -dijo una
orbata esta vez, solo una camisa blanca remangada que dejaba al descubierto uno
que salí del hotel? -preg
fuera así, ¿t
ma-. ¿Siempre invades el espacio pe
a breve r
ando val
seguía rompiendo contra las piedras, indiferent
enerse firme. Fría. Pero el peso de su p
de pensar-. No me hables de negocios. Tú tienes gente para eso. No
intensidad suya que
cas algo que no puedas controlar. -hizo una pausa-
una barrera. Pero no pudo. Porque, en el fondo, una par
la ate
empo, Leonardo. N
ndo un paso hacia ella-. Y te juro
vuelco. No por las palabras.
ó que iba a respond
desco
endo un nudo e
men
ue podías e
l color. Cerró el
su expresión endure
tás
ocultando el temblor
Todo
nt
darle que no había lugar lo sufic