Luna Tierna
n que muero. No estén tristes por mí. Está bien, mi loba Isabella. Y yo es
s, ya que cambiamos de humanos a lobos a voluntad. Vivimos en comunidades llamadas manadas y nos mezclamos con otros
uve la edad suficiente para entender las órdenes, me pusieron a cocinar, limpiar y cuidar de mis hermanos menores. Sí, mis hermanos eran amados y apreciados. Después de todo, algún día se convertirían en los beta y gamma de la manada. Tal como lo habían hecho mi padre y su hermano. Mis hermanos aprendieron a golpearme, tirarme, estrangularme y cualquier otra cosa que se les ocurriera. Su cosa favorita era hacer algo que no se les permitía y luego culparme. Sabiendo que me castigarían
golpeaban y me arrojaban al otro lado del comedor cuando tropecé y tiré una bandeja de comida al suelo.
dos. Encontré un árbol con un agujero en el fondo de su tronco y me arrastré dentro. Mientras estaba sentada dentro temblando y esperando que nada me encontrara y me comiera, olí a mi padre y a mi tío. Ya diminuto para mi edad, todavía traté de hacerme más pequeño. Los sentidos de los cambiaformas son más fuertes que los de los humanos incluso cuando aún no hemos conocido a nuestros lobos. Entonces, para los dos machos adultos, que tenían a sus lobos durante años, f
a vez que estuve fuera de peligro de muerte, me envió a casa con la promesa de tratar de no llamar la atención. En realidad,
habitación con mis peores agonizantes hormigas. Era esencialmente un fantasma. Hacía lo que me habían asignado todos los días. Aprendí a anticipar cuándo alguien quería algo, y lo hací
gó mi décimo