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El secuestro de Laura, un vuelco al corazón.

Capítulo 2 Un encuentro inesperado

Palabras:1241    |    Actualizado en: 20/01/2025

tí segura. Aquí no había nadie que pudiera amenazarme, habían demasiados testigos.

padre me había dado. Sabía que el ambiente de casa, hoy, no sería el más acogedor, y, aunque estaba acostumbrada a los escándalos, sabía qu

aerme. Cuando me di la vuelta, vi a una niña de pie, buscando entre la gente que la ignoraba, parecía estar completamente perdida. Las lágrimas corrían por sus pe

o, que aún me servía mucho de protección. Su

ozó enjugando

rte? -le preg

me recordaba a mí misma hace algún tiempo atrás, sentada en mi habitación, llorando sin consuelo, al intentar p

ió con la cabeza y empezó a masticar su camisa, tenía rizos rubio

los dos hombres que habían aparecido en mi sueño, se encontraban en el periódico como los más buscados. Miré fijamente aquella foto

servaba los alrededores, en su mano llevaba una pistola, mientras qu

-le dije mirando fijamente a la pequ

verle me miró fijamente, entonces supe que las palabras iban d

y sentí como sus lágrimas mojaban el interior de ellos, no era para menos, sus padr

gando a que son malvadas. No te pasará nada. -le hablé suaveme

a y me le quedé mirando a un crucifijo que llevaba en el cuello,

devolví la mirada con rabia. No sentí más que ira e impotencia, seguía reprimiendo e

habría abofeteado si no tuviera una pistola. ¿Cómo puede una p

ina en el oído, mientras la acerq

a por él. Mi padre siempre le hacía eso a mi madre, hoy estaba experime

ahora mismo. -se dirigió a la niña y

beza y vi la ira en sus ojos. Nos miramos fijamente y lo único que quería era que apretara el gatil

muerte y lo vi poner una mano en el hombro del rubio. -¡Te lo estás buscando! -lo intimi

dispare después de todo, pensé y le devolví la mirada con rabia. Empujó mi cabeza con toda su fuerza hacia el s

ejar de mirarme, a pesar de que su

esponder en voz baja. Inmediatamente, la mirada del cómpli

enme!» pensé, só

ijo el rubio, apun

, sin quitarle l

o rizado que ahora empezaba a llorar de nuevo. Sabía perfectamente que me lanzaría a proteger a

que su expresión cambiab

el gran moretón, que había causado mi padre al estrellarme contra el suelo, pero no quería mos

entó en un oído, entonces algu

uelta en una cruda realidad de adultos. Recé para que su tierna mirada no hubiera sido tapada a la par de la mía. Ahora tenía miedo, pero la preocupació

mis venas, al igual que hacia el

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